Vecinos recogen firmas para
exigir presencia de la GN

Una ola de asaltos a transeúntes, y de secuestros desde finales de 2011 tiene a los habitantes del sector en permanente alerta

Desde la última semana de diciembre, vecinos y trabajadores de la urbanización La Campiña padecen una ola de asaltos y secuestros que los ha obligado a organizarse para llamar la atención de las autoridades.

La mayoría de los casos reportados son asaltos que ejecutan motorizados. Actúan a toda hora, e incluso han adoptado la modalidad de “manada”, en la que operan los tripulantes de tres o más vehículos.

Una de las víctimas fue Mireya R. La asaltaron el 29 de diciembre a las 7:15 am. La joven caminaba apurada hacia su sitio de trabajo en la panadería Provenzal. A 20 metros del local fue interceptada por sujetos armados que iban en moto.

“Esto es un quieto. Dame la cartera y no te pongas bruta”, le dijeron.

La crisis de nervios que le sobrevino, unida a la lejanía entre su residencia y el trabajo, la obligaron a renunciar.

“Quedé muy sensible. Lo que hacía era llorar y llorar. Miraba hacia los lados constantemente. Si veo una moto, ya creo que es sospechosa”, expresó.

Tania, en cambio, fue víctima de motobanquistas el martes 17 de enero a las 6:45 pm. La asaltaron cuando estaba a 50 metros del edificio Los Girasoles, donde reside.

A la mujer la seguían desde que salió caminando de los cajeros automáticos de dos bancos aledaños al centro comercial La Florida. Los sujetos le quitaron la cartera, y al percatarse de que no tenía el efectivo, le registraron los bolsillos.

Estas historias han corrido de boca en boca entre los vecinos, al igual que la del francés que el 2 de enero a las 10:00 pm fue secuestrado y golpeado por hombres que iban en una camioneta, entre las calles Negrín y Los Jardines. Como la víctima no tenía dinero para cancelar el rescate, fue torturada y actualmente se encuentra en una clínica, esperando su recuperación para irse del país. Los captores se quedaron con su camioneta Fortuner negra.

Dos días después, a la misma hora, los propios residentes de los edificios repelieron con botellazos, piedras y macetas a la banda que intentó llevarse a una vecina de las residencias Guaraima. Los antisociales huyeron disparando a las fachadas, pero dejaron a la mujer sobre el pavimento.

El sentimiento de indefensión se incrementó en este caso cuando los vecinos llamaron al 171 y la centralista les dijo que se comunicaran directamente con la “policía local”. Le pidieron el número y ella contestó que para eso debían llamar al 113.

Como en otros lugares de la ciudad, los residentes de La Campiña comienzan a abandonar los espacios públicos.

“Ahora, no me atrevo a salir luego de las 8:00 pm”, expresó Verónica Fraiz, quien vive en la urbanización desde hace 28 años.

Los comerciantes también han tenido que tomar medidas preventivas. El encargado del kiosco de revistas Etsenober García se abstiene de vender tarjetas telefónicas, por temor a que se las quiten o a que le roben el producto de la venta.

“Se ha corrido la voz de que esto es un paraíso para los delincuentes, porque no hay vigilancia”, afirmó.

Rutas a la droga:

El presidente de la asociación de vecinos de La Campiña, Marco Godoy, indicó que desde el inicio de 2012 recibe por lo menos un reporte diario de robos o secuestros.

Señaló que la calle Negrín se ha convertido en un área de paso para hampones que ven allí una oportunidad para actuar con facilidad. Debido a la impunidad, se irradia la actividad delictiva hacia las zonas circundantes.

“Más rápido se organiza el hampa que la comunidad.

Hay que ser efectivos, no politiqueros”, afirmó.

Osorio cree, además, que buena parte de los asaltos está vinculada al resurgimiento de las ventas de drogas en Chapellín. Al no percibir control, los delincuentes habrían ganado nuevos espacios.

Hampa foránea:

Fuentes del Dispositivo Bicentenario de Seguridad indicaron que, según las estadísticas disponibles, los delincuentes que actúan en La Campiña, y en general en toda la parroquia El Recreo, salvo en Pinto Salinas, provienen de otros sectores de la ciudad.

De los 130 detenidos en esa parroquia el año pasado sólo uno vive allí. Los demás residen en Petare, Lídice y otros barrios del noroeste de Caracas. Para ellos, la Cota Mil representa una vía de escape ideal.

Consideran que el incremento de los secuestros a partir de la última semana de diciembre se debe al desplazamiento de las bandas que operaron desde 2010 en Chacao.

Actualmente, trabajan en la parroquia 70 funcionarios de la GN. En una situación ideal, el pie de fuerza debería ser de 250 uniformados.

Esto obliga a racionalizar el uso de los guardias y complementarlo en lo posible con tecnologías de comunicación. En Maripérez comenzaron a aplicar un programa de radio vecinal, y en Los Jabillos, otro de alarma comunitaria.

Pero hasta ahora la participación de los habitantes ha sido esporádica.

Por: JAVIER IGNACIO MAYORCA
jmayorca@el-nacional.com
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