País inocente
En este día de los inocentes es oportuna la ocasión para evaluar los acontecimientos más importantes ocurridos en nuestro país en 2011 en materia de derechos humanos. Los venezolanos fuimos muy inocentes e ingenuos un diciembre aciago cuando confiamos los destinos de Venezuela en manos de alguien que no estaba preparado para manejar los asuntos civiles con el debido respeto, no sólo a las instituciones sino también con respecto a los ciudadanos en general.
Hoy Venezuela está considerada por la comunidad internacional como un país violador persistente de los derechos humanos y un Estado forajido que no acata ni cumple las sanciones que la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos nos han impuesto, al igual que los diversos organismos de las Naciones Unidas.
Inocentes han sido los venezolanos que ante los sucesos ocurridos en la cárcel del Rodeo I y II ven con asombro como aquella persona que permitió la represión (matanza sería la palabra exacta) y que a sabiendas forjó la fuga de los cabecillas y sus peligrosos compinches, hoy es la flamante segunda figura del partido de la revolución, después del jefe máximo.
En verdad nos quieren hacer caer por inocentes porque así como actuaron en complicidad con los cabecillas del hampa para tratar de ocultar el acontecimiento más grave en cuanto a violaciones a los derechos humanos ocurrido este año, que puso los ojos del mundo en el sistema penitenciario venezolano, ahora pretenden que 2011 termine sin que se sepa cuántos reclusos fallecieron en el Rodeo I y Rodeo II.
Mientras hablan y redactan una ley sobre la matanza de Cantaura, ocurrida en la cuarta república (donde supuestamente participó un diputado del PSUV, para la época militar activo), hoy esconden no sólo lo que pasó en esas cárceles sino que se niegan a aceptar que tanto en el Caracazo como en las intentonas golpistas del 4 de febrero y del 27 de noviembre murieron civiles desarmados, incluso extranjeros que estaban de paso en el país, a manos de soldados y oficiales vinculados con el golpismo bolivariano.
A todo aquel que, siendo inocente, decida ejercer su derecho de manifestar, sea sindicalista, trabajador oficialista, estudiante o que piense diferente al régimen, le sale recibir gas del bueno y la persecución, aunque con un poco de suerte puede que no termine en una cárcel.
Son interminables las violaciones que el Estado venezolano ha cometido contra los derechos humanos de sus ciudadanos, los vejámenes y atropellos de los que han sido víctimas cantidad de personas honorables como la juez María Lourdes Afiuni, presa porque se negó a plegarse a una venganza familiar originada desde el poder.
La esperanza que nos queda a los venezolanos ante un régimen forajido, irrespetuoso y violador de los derechos humanos es que estos delitos no prescriben y sus ejecutores, tarde o temprano, tendrán que responder por sus hechos cuando el país recupere las instituciones democráticas.
Por: Redacción
Política | Opinión
EL NACIONAL