“Adiós presidente…”
Venezolanos, durante el año que hoy finaliza fueron ejecutadas o construidas obras por un total de Bs. 2.205 millones, que incluye lo previsto en los Planes Extraordinarios, los Especiales y los Ordinarios. Esta cantidad excede en Bs. 500 millones el valor de las obras correspondiente al año pasado Y, por lo tanto, supera el índice máximo obtenido en dicho año en cuanto a aplicación de ingresos ordinarios del Estado a obras tangibles, con lo cual hemos subido más todavía los porcentajes que sobre el particular nos colocan en primer término en el mundo.
El general Marcos Pérez Jiménez habla con voz aplomada y muy buena dicción. Es su alocución de año nuevo, que emite por radio desde su despacho en Miraflores, el 31 de diciembre de 1957, a las 6 de la tarde. Como es hábito en él, este discurso no va a rebasar los 20 minutos en los que, como siempre, aludirá a las obras concluidas en el periodo anual declinante y anunciará las proyectadas para el siguiente año. Pero en esta ocasión dedicará la mitad de su plática a encomiar el plebiscito, realizado el 15 de ese mes, y a denostar de la oposición.
Ese día ha amanecido excepcionalmente nublado, así lo constata el coronel Hugo Trejo, en su libro La revolución no ha terminado, de manera que las damas tienen coartada climática para lucir sus estolas de piel, como se ha puesto de moda en Caracas. Nada impide, sin embargo, que los invitados lleguen a tiempo. Nadie quiere perderse la fiesta de fin de año en Miraflores, aunque la velada transcurre casi todo el tiempo de pie y en esa ocasión la atmósfera se siente pesada. Pero es la oportunidad de coincidir en Palacio con la plana mayor del Gobierno, el cuerpo diplomático, los representantes de las empresas extranjeras y los dueños de las grandes fortunas del país, que saltan candeladas para estar en esa fiesta.
Dice Felícitas López Portillo, en su libro El perezjimenismo: génesis de las dictaduras desarrollistas: “Se dio una gran concentración de empresas del ramo de la construcción por el contubernio entre las compañías constructoras y las financieras, creadas éstas últimas por los bancos. Los principales burgueses venezolanos tenían sus inversiones en estos prometedores rubros. En los últimos años de la dictadura entraron en contradicción con los favoritos de ésta. Ejemplo de lo anterior es el caso del Banco Táchira, propiedad de Rafael Pinzón, personaje muy allegado a Pérez Jiménez; a dicho banco se canalizaban importantes cantidades del dinero estatal para el pago de determinadas obras, lo que lo convertía en un competidor muy serio para los otros financieros venezolanos”.
Naturalmente, Pinzón, consultor jurídico de la Presidencia, estaba allí esa noche.
Quedaron por concluir en el año [‘57] algunas obras, tales como la Planta Siderúrgica del Orinoco, la Planta Hidroeléctrica del Caroní, la carretera El Dorado-Santa Elena de Uairén, el puente sobre el lago de Maracaibo, el edificio principal de la Zona Rental de la Ciudad Universitaria, el nuevo Hipódromo Nacional, además de otras de menor cuantía. La Planta Siderúrgica fue proyectada inicialmente para 120 mil toneladas y, ya en ejecución, se la amplió a 650 mil toneladas. Es decir, se aumentó su capacidad más de cinco veces, aparte de que la pone en condiciones de producir, mediante trabajos adicionales, un millón 200 mil toneladas.
El primero en llegar a la cita es el ministro de Relaciones Interiores, Laureano Vallenilla-Lanz Planchart, conocido como Laureanito, para distinguirlo de su padre. Dejemos que sea él quien nos lo cuente (desde sus memorias Escrito de memoria, 1961). “Por la tarde del 31 de diciembre tiene lugar la recepción habitual en Miraflores. Llego con mi esposa [Elena Bueno Plaza], poco antes de la hora fijada. El General me llama a su despacho y refiere que se ha visto precisado a detener a [Hugo] Fuentes y a Castro León para poner fin a las conversaciones y críticas de los oficiales”.
Efectivamente, habían detenido al oficial Hugo Fuentes, de quien muy pronto se sabría que no tenía nada que ver en la conjura.
Sigue Laureanito: “’No creo, agrega [Pérez Jiménez] que El Cabito y Fuentes conspiren realmente, pero son dos grandes habladores de pendejadas’. Nada respondo. No es el momento de hacer observaciones. El patio y los corredores del Palacio comienzan a llenarse de invitados. Es difícil circular. Después del saludo protocolar distribuyen champaña, whisky y refrescos. El cielo está cubierto de nubarrones, cosa rara en esta fecha. Hay un calor asfixiante”.
La detención de los oficiales cambia la tesitura del evento. O, más bien, la duplica. Ahora habrá dos niveles de realidad. Uno es el de los festejos por el reciente triunfo en las elecciones del 15 de diciembre y por el promisorio año nuevo, con un régimen aparentemente consolidado en el poder, gracias al fraude obrado en el plebiscito; y otro es el que perfila el innegable ruido de sables. Mientras la fiesta avanza, los uniformados cuchichean.
Señalaré, entre las más importantes de las obras terminadas este año, el ferrocarril Puerto Cabello-Barquisimeto, la carretera El Guapo-Barcelona; construcción de 6.041 apartamientos y 233 edificaciones para servicios auxiliares del Plan de mejoramiento de la Vivienda Urbana; los hospitales generales de Maracaibo y de San Cristóbal, el Hospital de Maternidad, en Caracas, 1ª etapa, el Hospital de Niños, en Caracas; el acueducto en Cabimas, la construcción de 25 grupos escolares, tres liceos y una escuela normal; la industria petroquímica, 1ª etapa, que comprende plantas de fertilizantes, plantas de cloro soda, refinería de petróleos y obras anexas; el dique seco de Puerto Cabello y obras anexas, 1ª etapa; el reacondicionamiento de las minas de carbón de Naricual; la Escuela Básica de las Fuerzas Armadas y el cuartel de la guardia presidencial.
* Para identificar a los oficiales ubicados a espaldas del Presidente, apelamos a la memoria del general (Ej.) Evelio Gilmond Báez, promoción 1945, quien esa noche era ronda mayor y, por tanto, recorría los cuarteles en previsión de alguna novedad.
De izquierda a derecha, detrás del Presidente: el edecán Ramón Hernán Mármol Luzardo, hermano de Joaquín Mármol, quien fuera rector de la ULA; coronel Alberto Paoli Chalbaud, jefe de la Casa Militar; edecán Ángel Vargas Arias; mayor (Av.) José Eusebio Cova Rey, quien será el piloto de la Vaca Sagrada, avión presidencial que en la madrugada del 23 de enero de 1958 llevará a Pérez Jiménez en su huida rumbo a Santo Domingo (entonces conocida como Ciudad Trujillo) acompañado de su esposa, sus tres hijas, su suegra, los ministros Luis Felipe Llovera Páez, Pedro Gutiérrez Alfaro, Antonio Pérez Vivas, Raúl Soulés Baldó, y Fortunato Herrera, conocido como Platinado. El civil que está junto al candelabro es Laureano Vallenilla-Lanz y a su lado, en el extremo, se encuentra el canciller José Loreto Arismendi.
Mientras Pérez Jiménez enumera los logros del régimen, los conjurados bullen. En algún momento, como evocó Hugo Trejo en su testimonio, “se hicieron planes para hacer preso a Pérez Jiménez en su casa durante la fastuosa velada que tendría”, pero el propio alzado los objetó “porque la presencia del Cuerpo Diplomático en el acto hacía el momento poco apropiado”.
Venezolanos, son prueba de superación espiritual las recientes elecciones llevadas a cabo en el país […] Las cifras demuestran que votó las más alta proporción de electores que se conoce en la historia del país; el porcentaje de votos favorables también es el más alto; y que el porcentajes de votos negativos es el más bajo en Venezuela en contra de un gobierno. El gobierno triunfó por la calidad y magnitud de su obra, y porque la solución propuesta fue sincera, lógica, constitucional y ajustada a los principios sobre la materia. Es irrefutable que durante 5 años consecutivos el gobierno se dedicó, con la actividad del creyente, a una obra de excepcional jerarquía, ya se la considere en sí misma, comparativamente con lo hecho en el transcurso de la República o en relación a otros países. Esa obra es la resultante de la ejecución de planes de evidente utilidad y de alcance nacional, puesto que la idea básica ha sido la resolver los problemas a fondo, dondequiera que ellos existan.
Doña Flor, quien va vestida con una creación de Pierre Balmain, diseñador francés que visitaba con frecuencia Caracas e incluso tenía un local en la Gran Avenida de la capital venezolana. Sus joyas podían ser de Cartier, preferido por la señora y también representado con una sucursal en suelo patrio, o cualquiera de las alhajas que por montones le regalaban. Orgullosa de su cabello, abundante y lustroso, doña Flor desdeñaba las peluquerías y se hacía peinar por una joven peluquera que acudía a su residencia. El maquillaje corría por su propia cuenta, con un estilo que consistía básicamente en subrayar sus cejas para centrar el punto focal en sus hermosos ojos. Su amiga Maruja Pérez de Guzmán, esposa del entonces ministro de Hacienda, Pedro Guzmán, estuvo ahí esa noche. Es ella quien proporciona los datos precedentes y agrega: Flor era amable, pero un poco distante. Siempre estaba como a la defensiva. El día de la fiesta estaba contenta y confiada porque creía que el plebiscito había favorecido a su esposo, tal como él acababa de decirlo ante el micrófono.
El plebiscito había sido un ardid pergeñado por Laureanito para evitar la elección prevista en la Constitución vigente. Y Pérez Jiménez justificó su pertinencia como una consulta del pueblo “sin intermediarios” y sobre la base de la maldad de los partidos . “Aquí los partidos no representan nada, pues prescindamos de ellos. Además, creo que yo debo continuar en el poder por un período. Falta completar las obras. Conservo preciosamente 2.500 millones de bolívares para la gran acometida del próximo ejercicio fiscal”. El plebiscito, precisa Manuel Felipe Sierra, biógrafo de Pérez Jiménez, fue un mecanismo electoral fraudulento que daba una ventaja escandalosa al dictador y terminó por consagrarle la reelección.
No obstante, la noche del 31 de diciembre del 57, que ha debido consagrarse a la celebración por el “triunfo” de la víspera, se vio amargado por el descontento en los cuarteles. En esta foto puede verse el grupo de edecanes reunidos en un rincón de la sala. Son los mismos que estaban en el acto protocolar, que ahora seguramente comentan las últimas incidencias en voz baja. Contra la pared, mirando de reojo como para comprobar que nadie los está escuchando, vemos a
Armando Tamayo Suárez, ministro de Agricultura y Cría (1953–1958), hermano de Oscar Tamayo Suárez, quien había sido comandante general de la Guardia nacional entre 1948 – 1956.
Vallenilla Planchart componía con Pedro Estrada la dupla de grandes colaboradores del dictador. De las citas diarias del ministro Vallenilla con el jefe de Estado este surge la noción propagandística del Nuevo Ideal Nacional cuyos grandes pilares son el equipamiento y reparación de las Fuerzas Armadas y un plan de obras para cambiar la fisonomía del país.
La solución fue ajustada a los principios sobre la materia porque no solo se respetó sino que se enalteció la esencia del sufragio, o sea del voto directo, universal y secreto, al facilitar la oportunidad de votar, dejar plena libertad para que el elector optara por lo que creyera conveniente, y preservarlo de la intervención perjudicial del agente electorero, cuyos apetitos personales, o de aquellos a los que está subordinado, lo llevan muchas veces a lesionar los intereses de la Nación.
Los agentes electoreros son, desde luego, los partidos políticos, que para el momento de ser mencionados con tal desprecio están fuertemente activados. Pero en la recepción solo los mejor dateados están al cabo de lo que está ocurriendo.
Maruja Pérez de Guzmán y su esposo llegaron antes de la hora. Según ella recuerda, el encargado de Protocolo, Mario Matute Bravo, los acomodó en el salón Ayacucho prodigando sus habituales chascarrillos. Como era de esperar, encontraron buenos puestos… al lado del ministro de la Defensa, Oscar Mazzei Carta, quien la noche anterior había recibido a un oficial que venía a denunciar un plan subversivo “dirigido por un militar de nombre Hugo”. Mirando a los lados, Mazzei Carta le cuenta a la pareja Guzmán Pérez este lance y les pide discreción “para no echar a perder la fiesta”.
En su determinación de no traslucir inquietud por la noticia que había escuchado, Maruja dejó deslizar la mirada por el salón. En más de medio siglo no ha podido olvidar el impacto que le produjo la contemplación de dos damas, Alicia Parés de Estrada, normalmente “la mujer más hermosa del gabinete”, que ese día estaba tan espectacular como siempre, pero resistiendo la dura competencia de Olga Pinzón, esposa de Rafael Pinzón, quien compareció con un vestido strapless de terciopelo rojo, aderezado con collar y zarcillos de rubíes que resaltaba la blancura del escote en contraste con el cabello negrísimo; y, en el anular derecho, el diamante rosado que Pinzón había mandado a comprar en una subasta donde se pujaba por el joyero de Eva Perón.
*En la foto están: el capitán de fragata Guillermo Ginnari Troconis, el mayor José Antonio Cova Rey, el teniente coronel Orangel Zambrano, y Pérez Jiménez, quien estrecha la mano del embajador de los Estados Unidos, Dempster McIntosh. Detrás del diplomático está una dama que podría ser Isabel Gordon de McIntish, pero su gracia y prestancia le hace pensar a Maruja de Guzmán, que se trata más bien de la caraqueña Mina Otáñez, esposa del ex ministro de Relaciones Exteriores, Aureliano Otáñez, que podría ser el elegante caballero recostado a la pared.
Todo ha salido a la perfección. Corre la champaña y el pan de los sánduches de pepino es dúctil y fragante. Quienes ignoran el trasfondo conflictivo participan de un ambiente distendido. Pero los concernidos sudan frío. “Encuentro el tono del discurso un tanto arrogante”, recuerda Laureano Vallenilla-Lanz Planchart en Escrito de memoria. “Varios oficiales se retiran antes de que el Primer Magistrado concluya. Llueve. La asistencia se apretuja en los corredores. Nos cuesta trabajo salir. Vamos a casa. Una cuñada que ha asistido a la fiesta cuenta que ha oído comentarios adversos a la Alocución Presidencial. La atmósfera era pesada. Tuvo varias veces la sensación de que iba a pasar algo serio. Su deseo era de estar lejos, muy lejos de allí”.
La oposición perdió porque siguió empleando métodos caducos en una Venezuela evolucionada y transformada políticamente. A una acción del gobierno técnica, eficaz y civilizadora, solo pudo enfrentar campañas de desprestigio y de calumnias, fruto de su tremenda debilidad, de su reconocida ineptitud y de su desprestigio. En el exterior volvió a su táctica de buscar apoyo de algunos gobiernos y de organismos internacionales, sin que le importaran el respeto que exige nuestra soberanía ni el daño que podrían causar a la Nación informaciones inexactas y tendenciosas. Y, en el país, en lugar de presentar planes de gobierno mejores que los del régimen, se limitó a servirse una vez más de su conocida propaganda destructiva e imposibilitada de convencer a la mayoría consciente, se dedicó a promover desórdenes entre adolescente y entre irresponsables. Esa actitud de la oposición ha sido favorable, por cuanto demostró que son ya muy pocos los que se dejan arrastrar por la mentira o que actúan con insensatez.
A las 6 de la mañana del día siguiente, un caza Vampiro piloteado por el mayor Edgar Suárez Mier y Terán, trazó una línea en el cielo, entre las torres del Centro Simón Bolívar. Había comenzado la rebelión.
Por: Milagros Socorro
Política | Opinión
viernes 2 de diciembre de 2011
55 años después nos damos cuenta que “el militar ese, gordo y de baja estatura” tenia toda la razón; concluimos que esta “democracia nueva” fue lo mas pernicioso que le sucedería al País
Milagros Socorros me da nostalgia leer paso a paso los acontecimientos de esa noche en el palacio Miraflores. Queria saber donde encontraste toda esta informacion? Mi abuelo fue el General Oscar Mazzei Carta y queria saber si tenias mas detalles referentes a el. Me gusta mucho el modo en que escribes con tanto detalle el lector se siente como si estuviera alli.