Aquí y ahora
En los últimos años es costumbre, de tanto repetirlo, que cada elección presidencial es la última oportunidad para la democracia venezolana. Esa es una aseveración muy discutible porque los sucesos políticos y sus consecuencias no son lineales y, mucho menos, obedecen a un determinismo histórico irreversible. Si eso fuera cierto, la historia y sus laberintos y encrucijadas fuesen absolutamente predecibles.
Precisamente, en octubre de 2012 el país afronta una nueva elección de Presidente de la República; esta vez, en condiciones distintas a las anteriores desde muchos aspectos que serán determinantes a la hora de influir en el resultado final.
El propio Chávez, haga lo que haga y reparta (o regale) lo que reparta, ya no es el todopoderoso de épocas anteriores. En estos momentos, cuando el germen de la libertad se propaga en el aire que respiran los pueblos, los regímenes, por más autoritarios que sean, evolucionan (no son sistemas cerrados e impermeables) y, de alguna manera, se vuelven más flexibles, más laxos, por causas de origen internacional y factores domésticos.
De allí que la oposición se encuentre en lugar inmejorable para derrotar las aspiraciones reeleccionistas y el talante arrogante y despótico del militar que detenta las riendas de Venezuela.
Como diría Lenin, soy un convencido de que esta vez están dadas las condiciones objetivas para, partiendo de una unidad monolítica a prueba de pesimistas, de quintas columnas y de infiltrados tarifados (que los hay), en 2012 se logre el giro tan deseado de reconvertir a Venezuela en una nación democrática, vacunada contra la intolerancia, los odios inoculados intencionalmente, inclusiva, próspera y unida por el objetivo compartido de alcanzar la merecida paz y prosperidad que le ha sido arrebatada en estos tiempos violentos de revolución.
Vistas las cosas así, sin lugar a dudas, el año 2012 representará un punto de inflexión determinante para el futuro de todos los venezolanos, sin exclusiones. El punto de partida para una nueva situación, podríamos decir que será un nuevo amanecer. Un cambio para mejorar.
Claro, para lograrlo es menester la fortaleza de espíritu y la voluntad indetenible de una sociedad que esté dispuesta anímica y emocionalmente a liberar esa fuerza arcana que hace indetenible la energía volcánica de alcanzar, con los sacrificios necesarios, la tan deseada liberación del yugo de un militarismo asfixiante y enajenante, disfrazado con un barniz ideológico-revolucionario que va a contrapelo de la corriente.
Mientras en todas partes del mundo soplan vientos tormentosos de libertad, en Venezuela el teniente coronel (que no tiene quién le escriba) sigue aferrado, anclado, a viejos y fracasados esquemas comunistas-autocráticos que solamente perviven en muy pocos países sometidos a imágenes congeladas de un pasado alienante, paralizados por el miedo causado por perversas y sofisticadas formas de represión y violencia.
Hace falta un hecho que haga que todo sea distinto. Un giro de 180 grados, un punto de quiebre que obligue a pasar la página, un giro representado por el nervio democrático que mueve los pueblos. Un poderoso sentimiento plural, libertario, capaz de vencer las difíciles circunstancias cargadas de trapisondas y groseros ventajismos que marcan este proceso electoral.
Como es costumbre, les deseo una ¡feliz Navidad y un venturoso 2012! a todos mis pacientes e indulgentes lectores. Regresamos con renovados bríos el viernes 13 del próximo enero, si Dios quiere.
Por: FREDDY LEPAGE
@freddyjlepage
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