Frente a lo que ocurre
con el oficialismo
En la Universidad Central de Venezuela no puede haber medias tintas. Sencillamente, se es ucevista o se es antiucevista. Diría que la indiferencia ante la violencia descarada, ante el malandraje revestido de ropaje revolucionario y ante la impunidad con la cual actúan los enemigos de nuestra querida casa que vence las sombras es una forma de antiucevismo.
También es antiucevismo querer justificar, sin querer queriendo, la violencia contra esta histórica institución que ha sido puntal en la lucha por la democracia.
Es sencillamente indignante que factores externos a la Universidad Central de Venezuela, seguramente con el apoyo de algunos sectores herederos del peor extremismo que hacen vida en la institución, cometan todo tipo de fechorías para impedir que se exprese la voluntad del estudiantado, y no pase nada. No hay Fiscalía General que actúe con diligencia, no hay investigaciones en el Parlamento para darle seguimiento a esta agresión permanente.
No hay un pronunciamiento terminante por parte del Ejecutivo Nacional y no se vislumbra que en algún momento cercano los responsables de lanzar bombas lacrimógenas, de deteriorar la infraestructura de esta universidad, que es patrimonio histórico de la humanidad, de amenazar y agredir a autoridades, a profesores y a estudiantes que no comulguen con su talibanismo antisocial y de poner en peligro la vida de jóvenes deseosos de participar, paguen por estos delitos.
No hay mayor diferencia entre estos “activistas” y los camisas pardas de Hitler.
Es una verdadera vergüenza que la UCV, la de la resistencia contra la dictadura, la que supo salir siempre a defender su autonomía, la casa de la solidaridad con los presos políticos, con los perseguidos de la dictadura y de la democracia, la cuna del debate ideológico y, en definitiva, la reserva moral frente al abuso del poder en cualquiera de sus épocas y en sus diversas presentaciones, esté siendo sometida a una embestida terrorista para desmoralizarla, atemorizarla, acorralarla y, si es preciso, acabarla.
Estos atentados contra la UCV, de evidente factura fascista, merecen el repudio público de quienes egresamos de su seno, de quienes asociamos sus pasillos, sus jardines, sus esculturas, el aroma particular de su Aula Magna, su Biblioteca Central, su inmortal Orfeón y su siempre viva Sala “E” a la defensa de la democracia, a la palabra libertad, siempre vinculada a los valores de justicia y equidad. No podemos dejar que el silencio de los hijos de la UCV les facilite la tarea a sus verdugos. Y que conste, incluyo en este llamado a los ucevistas que hoy tienen altos cargos públicos en las distintas instituciones del Estado, y lo hago porque sé que en el corazón de muchos de ellos hay algo de dolor por lo que hoy está pasando.
Pobre gente ésta que intenta someter a la UCV a punta de bombas lacrimógenas, a punta de cócteles explosivos o a punta de disparos y trompadas. No conocen la historia. No saben que a la larga una institución como la Universidad Central siempre ha sabido salir adelante, frente a gobiernos de cualquier signo, frente a los enemigos de la autonomía. Cada bomba lanzada, cada atentado cometido, cada vehículo quemado, cada lesión a esta casa del conocimiento, a esta cuna del debate apasionado pero respetuoso, es la mejor muestra de lo inviable que es un modelo en el cual la prioridad es vencer e imponer antes que convencer.
La UCV, no me cabe la menor duda, sobrevivirá a esta embestida malandro-fascista.
Sus agresores no se saldrán con la suya, pero ello no ocurrirá sólo por un decreto divino. Es el momento de que el espíritu ucevista nos convoque a defender este patrimonio del pueblo venezolano y de toda la humanidad.
Por: VLADIMIR VILLEGAS
vvillegas@gmail.com
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EL NACIONAL