Claro que el chavismo tiene
muchisimo qué mostrar
Es cosa de organizarse y salir del cuartel.
Caracas vivió extraños momentos durante los días de la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe. Fue una capital limpia, vigilada, segura. Con policías, guardias nacionales, milicianos, agentes cubanos, espías infiltrados, GPS en las gorras de los vigilantes de tránsito. Con pintura amarilla por todos lados, flores y muchos adornos de Navidad. Una ciudad extraña, definitivamente.
No fue la Caracas que conocemos. No fue la capital que tienen que calarse los caraqueños todos los días. Por eso, como parece ser la opinión generalizada, la mayoría de los ciudadanos quisiera que estas cumbres se repitieran siquiera una vez al mes y que por lo menos duren una semana. Toda la república socialista y revolucionaria de Venezuela se los agradecería eternamente a los ilustres visitantes.
No obstante y tomando en cuenta que los jefes de Estado que estuvieron en el país no pudieron conocer mucho, salvo las calles, avenidas y autopistas por donde tuvieron que pasar a juro, todas ellas construidas por gobiernos anteriores, ni una acera construida por el líder de todos los mandatarios, Hugo Chávez; considerando, además, que no salieron de los únicos hoteles de cinco estrellas que quedan y del cuartel militar donde los metió micomandantepresidente para deliberar aislados de protestas y cartelones, se propone organizar una contracumbre, de carácter turístico, con el objeto de que los presidentes súbditos del socialista Chávez, también conozcan la otra cara de su gran obra:
Desayuno en el Hotel Alba. Observar cómo Chávez destrozó un lujoso hotel como los que ocupan sus majestades, en un cachivache de permanencia corta para cubanos, iraníes, tarifados y amantes de carrera corta.
Visita a una de las instalaciones de Agroisleña y Sidor. Chequear cómo Chávez transformó unas empresas productivas, rentables y eficientes en un bodrio que pronto estará abierto solo si Chávez paga, con deudas y descontento laboral como banderas.
Caminata por BusCaracas. Pasar revista a una obra de ingeniería básica, corta y elemental que le ha costado al gobierno de Hugo Chávez cuatro veces el presupuesto original, casi cuatro años de trabajo y la locura agravada para los ciudadanos.
Fincas y haciendas al azar. Almuerzo en cualquiera de los hatos que Hugo Chávez ha confiscado (casi nunca paga a sus propietarios). Se agradece llevar sus cambures, pues ahí no encontrarán nada. Los ilustres visitantes podrán constatar porqué Chávez les compra desde caraotas hasta pernil. Su líder transnacional es una máquina aniquiladora.
Y ni hablar de Derechos Humanos, prisiones, hospitales, escuelas.
Gira con cohetazos y todo.
Por: ELIDES J. ROJAS L.
erojas@eluniversal.com
@ejrl
EL UNIVERSAL
miércoles 07 de diciembre de 2011