“El micrófono del
cubito azul..”
El alto oficial entró en la escena-almacén, luciendo sus recién estrenados gorra y chaleco casi rojos encima de su reglamentario uniforme verde oliva, y proclamó: “he aquí una prueba de lo dicho por nuestro Jefe Supremo, la burguesía esconde los productos al pueblo para crear la sensación de escasez y desabastecimiento” -caminó tres pasos seguido por cámaras, micrófonos y funcionarios con gorras y chalecos (estos sí) rojos bien rojos, y extendió su brazo hacia una pila de paquetes de harina de maíz: “esto no se consigue en los abastos y supermercados, se le niega al pueblo con fines inconfesables propios del capitalismo, y está aquí apilado y escondido”. Pero… ¡ay, nunca falta un pero!, se había colado un periodista cuyo micrófono tenía forma de cubo azul con una letra amarilla, que al observar el modesto tamaño de la pila preguntó: “Oficial, ¿se ha determinado qué porcentaje del despacho diario de este producto en la ciudad representan estos paquetes?” -y no contento con eso soltó de inmediato otra pregunta: “¿cuál es su nombre, Oficial?” -el alto jerarca, acto casi reflejo mediante, optó por pasar aplanadora a las preguntas:
“Lo que está claro, y estamos demostrando aquí, es que la matriz que la canalla mediática quiere crear sobre la escasez, es una mentira, y que son los capitalistas sin alma, como dice el máximo líder de nuestro gobierno patriótico, los que privan a la gente de lo que le pertenece. En este caso, son unos mercaderes de origen asiático. Nuestra función es la de devolvérselo al pueblo por instrucciones de nuestro comandante supremo” -cuatro o cinco zancadas de sus pulidas botas lo llevaron frente a una pila de paquetes de café: “aquí está el cafecito matutino que se pretende negar a nuestro pueblo bolivariano, fíjense bien, marca XXXX…” [Capital de España]… pero ¡ay, el periodista del cubito azul seguía pegado allí!: “dígame, oficial, ¿cómo sabe usted que esta modesta cantidad de este producto está aquí escondida, y no simplemente almacenada para ser despachada?”, e insistió (¡Diosss, ¿por qué existirán los periodistas?): “¿por favor, díganos su nombre, señor Oficial” -pero ya el jerarca de gorra y chaleco casi rojos estaba avanzando hacia la escalera que conducía a un segundo piso, seguido de personajes secundarios, tramoyistas, y ¡ay, tres veces ay! de los periodistas y camarógrafos, entre los cuales seguía colado el del cubito azul:
“Y aquí, la prueba definitiva de lo que dice nuestro líder supremo” -dijo ahora levantando con sus dos manos una lata de leche en polvo, como quien levanta un tótem, y señalando unas cajas: “¡Esto es oro blanco!, no por desabastecimiento sino porque la burguesía majunche la acapara para venderla a precios más altos del que dispone nuestro comandante, y la esconde también con fines inconfesables por designios de la derecha internacional” -pero el hombre del cubito azul aprovecha un respiro castrense y repregunta: “ok, señor Oficial, supongamos que estos productos estuviesen escondidos, pero si no hubiera escasez, ¿usted cree que alguien escondería un producto, a costa de dejar de venderlo paralizando su inversión y dejando de obtener su ganancia? -esta pregunta ya era demasiado, para responderla haría falta uno de los galimatías del doctor Giordani, así que nuestro hombre de armas decidió replegarse hacia algunas “certezas” doctrinarias: “Ya le he dicho joven lo que todo nuestro pueblo sabe: al capitalismo en su búsqueda de la ganancia no le interesa el pueblo, y se vuelve irracional” -mientras se decía para sus adentros: “¿me estará viendo el líder único? ¡Creo que me la estoy comiendo!” -entonces remató para terminar con aquello, mientras las cámaras de PSUV-TV hacían un paneo (muy cerrado, por supuesto) de los paquetes de productos señalados: “¡Vamos ahora a ir por toda la ciudad a continuar descubriendo, sin descanso, dónde están los alimentos del pueblo!” -y aunque no lo vimos, suponemos que él mismo, o alguno de su séquito, pensando en la próxima función, habrá dicho a los guardias armados: “mosca con el del micrófono del cubito azul”. Fin de esta escena, baja el telón.
Por: Nerio Enrique Romero
Médico y profesor universitario
romeronerio@hotmail.com
@romeronerio
EL UNIVERSAL
sábado 3 de diciembre de 2011