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Thursday, November 21, 2024
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FAUSTO MASÓ: El desencuentro con Cristina

El Método del Discurso

 

Los abrazos de una conmovida Cristina Kirchner no le impidieron señalar la gran diferencia política entre Argentina y Venezuela, cuando con claridad rechazó la posibilidad de reelegirse, sugerida por el propio Chávez en el diálogo transmitido por el canal 8. No quieren que la consideren en Argentina un Chávez con faldas, a pesar de su conducta con los medios. Declaró en Página 12 que trabajaría junto con los empresarios de su país para aumentar el empleo y exportar. En Argentina, por ejemplo, “se acabó el cuento de los felices consumidores con empresas que cierran”, aseguró la ministra Débora Giorgi. Remarcó: “Si volvemos a tener planchas importadas de cinco dólares en Argentina seguramente las veríamos sólo por las vidrieras y no las podríamos comprar, ya que no tendríamos trabajo.

(…) En 2003, se puso en marcha un modelo que sentó las bases para la recuperación de nuestra industria nacional, perdida en los años de neoliberalismo económico y destrucción del aparato productivo, próximamente se instalará una fábrica de Black Berry”.

En América Latina, informa El País de España, “150 millones de personas han ingresado en la clase media en los últimos 10 años, donde crecen empresas multinacionales, las llamadas multilatinas”.

En Venezuela persiguen a las grandes empresas y permiten que los buhoneros vendan el aceite, el azúcar, la pasta, al triple del precio oficial. ¿Quién se beneficia de este gigantesco negocio?, ¿los buhoneros con su escasa capacidad adquisitiva financian el negocio? Con su afán de destruir el parque industrial del país, el socialismo del siglo XXI se parece al neoliberalismo de Carlos Menem. La apertura económica improvisada y el socialismo del siglo XXI destruyen la industria nacional. A través del desmantelamiento del Estado, o de la hipotrofia del Estado, se alcanza lo mismo, la ruina. No son iguales los discursos del neoliberalismo y del socialismo del siglo XXI, pero sí la histeria importadora.

Proclamamos una unidad ampulosa, al viejo estilo del siglo XIX de un Rodó; los países aprendieron que decisiones burocráticas de sus cancilleres no desarrollan sus economías, saben que necesitan una educación de primera; contar, por ejemplo, en sus liceos, con profesores de matemática, química, física, inglés. Nunca graduarían bachilleres con tantas deficiencias académicas ni sin haber visto esas asignaturas, como ocurre en Venezuela desde hace años.

Venezuela no tropieza dos veces con la misma piedra, tropieza diez: gracias al excremento del diablo se construyeron el Guri, el Teresa Carreño, el puente sobre el lago, el Pulpo, el Ciempiés en Caracas; decenas de miles de jóvenes estudiaron en las mejores universidades del mundo; ahora permite regalar millares de neveras y cocinas para ganar las elecciones, acabar con la industria de la construcción y con la CVG, darnos el lujo de pagarle a Cemex la expropiación de su planta para que no tengamos cemento.

América Latina se integra al mundo, a los grandes mercados, y disfruta de una gran década de crecimiento, y su inflación es mínima, con la excepción de Argentina. No hay unidad posible entre la Venezuela actual y América Latina, más allá de declaraciones retóricas, como la reclamación de la devolución de las Malvinas.

Las grandes empresas y las multinacionales se acercan a Fedecámaras.

Por algo será. En el pasado sus ejecutivos no ponían un pie en la institución.


Por: FAUSTO MASÓ
Fausto.maso@gmail.com
@FaustoMaso
Política | Opinión
EL NACIONAL