20 años de un trono vacío
(1946 – 1991)
■ Hoy se cumplen dos décadas de la muerte de Freddie Mercury.
■ Hoy se conmemoran 20 años de la muerte del genial vocalista de Queen.
■ El día de su entierro su ataúd llevaba una rosa roja encima y en la ceremonia se escuchó la canción “Barcelona”.
Londres, 24 nov (EFE).- Se cumplen veinte años de la muerte de Freddie Mercury, ese cantante extravagante, bigotudo y genial que falleció a los 45 años en Londres, un día después de confesar que padecía el sida.
Un 24 de noviembre de 1991 moría en su casa de la lujosa calle de Knighsbridge el solista de la influyente banda de rock británica Queen, lejos de los flashes y la atención mediática que lo persiguieron en los multitudinarios conciertos ofrecidos en vida.
La de Farrokh Bulsara no es como la historia de otros rockstars. En 1964 un movimiento independentista triunfó en Zanzíbar, su tierra natal, que se separó de Gran Bretaña y se fusionó con Tanganika para formar lo que actualmente se conoce como Tanzania. Su familia huyó y se llevó al adolescente de Bombay, India, donde se encontraba estudiando, a una pequeña casa en Middlesex, cerca de Londres.
El pequeño de prominente dentadura había formado un grupo llamado The Hectics en el internado de St. Peters, en Panchgani, en el que estuvo desde los 8 años de edad. Ahora contaba 17, vivía en otro continente y se encontraba en medio de la efervescencia del rock británico. Corría el año 1964, The Beatles monopolizaban las emisoras radiales y varios de sus héroes estaban por llegar, entre ellos Jimi Hendrix.
Vendió ropa de segunda mano, trabajó en el aeropuerto Heathrow y estudió arte en el Isleworth Polytechnic. Probó suerte en proyectos como Ibex y Sour Milk Sea hasta que en 1971 se unió al baterista Roger Taylor y al guitarrista Brian May en la agrupación Smile.
Esa propuesta germinó y, ya con la inclusión del bajista John Deacon, se convirtió en Queen.
Fue en medio de la grabación del primer álbum ese que contiene “Seven Seas of Rhye”, “Liar” y “Keep Yourself Alive” que el músico nacido en Zanzíbar comenzó a presentarse como Freddie Mercury.
Amo de multitudes:
Fue un roquero que no se alimentaba con rock. Era capaz de escribir canciones enérgicas como “Don’t Stop Me Now” (Jazz, 1978), hits como “Somebody to Love” (A Day at the Races, 1976) y baladas como “You Take My Breath Away” (News of The World, 1977).
Podía burlar las premisas del género y salir airoso, gracias a joyas como “Bohemian Rapsody”, que es una de las grandes canciones de siempre, según Rolling Stone.
Una voz prodigiosa:
La revista también le dio a Mercury el puesto número 18 en la lista de los mejores cantantes. Podía moverse entre cuatro octavas con su voz, una cualidad extraña para alguien que jamás recibió clases de canto. El piano era su vehículo. No era muy diestro a la hora de leer partituras, pero eso no representaba ninguna traba para construir composiciones de cierta complejidad.
Queen fue reconocido por sus elaborados trabajos discográficos, pero también por la calidad de sus espectáculos.
Parte de ese poder provenía del alma de Mercury: un frontman como ninguno.
Pocos artistas han logrado tomar el control de una multitud como él lo hizo en el estadio de Wembley, primero en 1985 como parte del Live Aid y luego en julio de 1986, cuando la banda estaba promocionando su disco A Kind of Magic.
El ocaso:
Los años de euforia habían pasado. Atrás habían quedado las fiestas salvajes que organizaba, por las que era famoso entre los famosos, y Mercury luchaba por preservar su intimidad. Ese mecanismo de defensa se puso en alerta roja desde su aparición en los Brit Awards de 1990, cuando ya el VIH, que le había sido diagnosticado en 1987, comenzaba a mostrar sus efectos.
Queen había dejado de ofrecer presentaciones en directo, pero sus integrantes seguían trabajando en el estudio. Producto de esas sesiones resultaron los discos The Miracle (1989), Innuendo (1991) y Made In Heaven (1995). Su carrera se detuvo cuando una neumonía encontró al sistema inmunológico de Mercury con las manos atadas.
Tal día como hoy, en 1991, el músico respondió desesperado a la ola de especulaciones sobre su estado de salud.
Los paparazzi, que buscaban alimentar el morbo de los tabloides, lo vigilaban fuera de su residencia en Kensington, Londres. Había renunciado a sus medicamentos días antes.
Incluso había dejado de alimentarse. El ídolo perdió la vida al día siguiente, pero había guardado un as bajo la manga: los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, cuyo tema central fue la canción que interpretó con la soprano Montserrat Caballé, le permitió regresar como una suerte de caballero del Mio Cid.
“Freddie Mercury falleció pacíficamente esta noche en su casa de Kensington, en Londres. Su muerte es resultado de una bronconeumonía causada por el sida”, informó entonces su representante en un escueto comunicado.
Tras su muerte, Farrokh Bulsara se convirtió en una advertencia acerca de los peligros del sexo libre, pero también se unió al club de los artistas más venerados del planeta
Por: GERARDO GUARACHE OCQUE
gguarache@el-nacional.com
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