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ARMANDO DURÁN: El voto oculto

¿En que consiste el
plan B del régimen?

 

El pasado jueves, al juramentar el Comando de la Guardia del Pueblo, Hugo Chávez exhortó una vez más a sus militares a estar alertas. “Tenemos que neutralizar los planes violentos de la oposición”, les dijo. Luego informó, porque ­añadió­ él conoce todos los hilos de la trama, que sus adversarios “buscan paramilitares y, con el apoyo de Estados Unidos, tratan de sacarme por la fuerza”.

¿Qué significa esta inquietante advertencia presidencial? ¿Por qué Chávez, con insistencia, desempolva por estos días el fantasma del magnicidio y el golpe? ¿Con qué finalidad vuelve a hablar de una nueva y siniestra conspiración orientada a no dejarlo cobrar su supuestamente indiscutible victoria del próximo 7 de octubre? ¿Será que en el tortuoso laberinto personal de Chávez una derrota en las urnas equivale a un golpe de Estado? Todo ello nos obliga a preguntarnos si no será esta supuesta conspiración del imperio la carta que esconde Chávez para impedir el cambio político que parece avecinarse con las próximas elecciones.

Sin la menor duda, no nos hallamos ante coincidencias casuales e inocentes, en el mundo de Chávez no existen las casualidades ni la inocencia; sino ante una perversa estrategia encaminada a generar, paso a paso, la perturbadora sensación de que vivimos bajo la amenaza de un peligro inminente. ¿Para qué? ¿Acaso para construir en la conciencia colectiva del país condiciones subjetivas que en algún punto del proceso “justifiquen” una acción preventiva del régimen contra la oposición en “legítima defensa”? ¿Aludía a esa posible acción preventiva el general Miguel Vivas Landino, jefe del recién creado Comando de la Guardia del Pueblo, cuando a los avisos de Chávez sobre la conspiración opositora en marcha respondió con el mensaje alentador y vivificante de que para defender la patria “tenemos una Fuerza Armada Bolivariana socialista y revolucionaria”? Por otra parte, la última encuesta producida por la empresa paraestatal que dirige Jesse Chacón indica que Chávez cuenta con más de 60% de la intención del voto de los venezolanos. La mentira de estos numeritos persigue tres objetivos. Primero, por supuesto, inducir a creer en la supuesta invencibilidad de Chávez en su lucha contra todo, contra el cáncer, contra el capitalismo y contra la burguesía, o sea, contra el imperio, al que también le atribuye la culpa del cáncer que afecta a varios dirigentes políticos latinoamericanos. El segundo objetivo, no menos ambicioso, es preparar los fundamentos de lo que será la campaña electoral de Chávez que diseñan sus estrategas cubanos y venezolanos a partir de la consigna “Hacia los 10 millones de votos”, sospechosamente muy parecida, por cierto, a la que lanzó Fidel Castro en 1969 al anunciar que la zafra azucarera de 1970, que en verdad condenó a Cuba a la miseria hasta el día de hoy, sería de 10 millones de toneladas, el doble de lo habitual. Finalmente, porque pregonar desde ya una victoria incuestionable con esos 10 millones de votos le permite al régimen armar el supuesto rompecabezas subversivo de sus adversarios.

En esto consiste el plan B del régimen, que se corresponde como anillo al dedo a la firme resolución de Chávez de no entregar el poder por las buenas. Para llevarlo a cabo, dispone, o cree disponer, del respaldo de la cúpula militar y de los poderes públicos, de la manipulación sistemática del Registro Electoral Permanente, de la llamada Misión Identidad y otras trampas similares, de súbitos milagros electrónicos, del temor que con mucha razón provoca en los electores el recuerdo de las infames listas Tascón y Maisanta, y del hecho cierto de que más de 7 millones de venezolanos son empleados públicos o beneficiarios de las misiones que también comenzaron a funcionar durante aquel año decisivo de 2003, cuando la popularidad de Chávez andaba por los suelos. De ahí que el régimen haya reiniciado ahora el generoso reparto de beneficios contantes y sonantes mediante el lanzamiento de nuevas misiones populistas, y que con ellas pretenda llegar a otros 3 millones de electores. ¡Qué casualidad, no! 10 millones de ciudadanos favorecidos por las dádivas chavistas, equivalentes en este dame y toma politiquero tan emblemático del pasado a 10 millones de votos.

Vaya, muy poco de socialismo y mucho de arbitrariedad, autoritarismo, demagogia y compra grosera de votos. Y si tanta mentira no alcanza a sacarlo del aprieto, ahora surge la tesis de la conspiración como motivación prefabricada para fundamentar una eventual reacción represiva del régimen. En términos concretos, el voto oculto con que cuenta Chávez para resolver en el último momento una posible situación electoral adversa.


Por: ARMANDO DURÁN
Política | Opinión
EL NACIONAL