El Método del Discurso
¿Alguien duda de que el debate del pasado lunes haya sido un éxito? Le sacó la piedra a Chávez, lo obligó a encadenarse dos días, a contestar cada acusación de los precandidatos. Los llamó majunches, pero le dolieron las informaciones sobre la pobreza, tuvo que inventar estadísticas de desempleo. ¡Perdió el control de la agenda pública! ¡Se cayó el discurso del nido de alacranes! Deseos no preñan. Al reunirse regularmente, surgieron vínculos personales entre Primero Justicia y Pablo Pérez, y Ramos Allup y Henri Falcón, y Podemos y Un Nuevo Tiempo, por citar unos nombres: una cosa es leer sobre la unidad y otra ver en vivo y en directo el abrazo de Pablo Pérez y Capriles.
Lo que comenzó como una maniobra política, el reconocimiento de la necesidad de la unidad, se volvió la convicción de que la Mesa de la Unidad Democrática es el arca de Noé, el que la abandone perece.
Ah, ¿que el debate no fue un debate al estilo anglosajón? Ni Rajoy hace política con el Diccionario de la Real Academia en el sobaco. ¿Querían que la sangre llegara al río, acabar con la MUD, pescar en río revuelto? Pues, los venezolanos tienen ojos, y ven. Juzgan el debate según la opinión y la reacción de Chávez. ¡Si le dolió en el alma, fue un gran debate…! Pues, que se repita, Dios mío, aunque digan que el debate no fue un debate.
Los precandidatos no se descuartizaron en público, todos formarán parte del futuro equipo de gobierno. Decía Bismarck, o Gladstone, que la política es el arte de la coyuntura, y aquí y ahora el país pedía esa clase de debate. Le hubiera indignado ver a un precandidato lanzarse sobre la yugular de los otros.
Miraflores, para sacarse el clavo, usó su bomba atómica electoral, repartir dinero, un plan de subsidios a las familias más pobres, de probada efectividad electoral. No nos caigamos a embustes, la plata pesa y pesará. Si llega, claro, a los indigentes hechos en socialismo.
Diego Arria capitalizó a un sector de la oposición, le invadió el espacio político a María Corina Machado. Leopoldo López no lució como se esperaba, mejorará en el próximo debate.
Sólo con el espíritu que predominó el lunes hay oportunidad de ganar las elecciones.
Después de febrero sobrará tiempo para devolver insulto por insulto, desarrollar el mensaje dirigido a los pobres.
En los primeros tiempos de la Revolución Cubana, Fidel Castro popularizó una frase: “¿Voy bien, Camilo?”, a la que respondían los aplausos del pueblo. Ahora la Mesa de la Unidad Democrática cabalga, y sabe que al Everest se sube paso a paso. El del lunes fue histórico.
Chávez es un candidato temible, no tirará la toalla aunque lo muelan a golpes, afronta su enfermedad con coraje. En política reconoce la realidad, no se cae a cuentos a sí mismo aunque se los eche al país. Reconoció la trascendencia del debate y respondió con su artillería pesada.
Esto se pone bueno. Chávez se juega la salud, la revolución, todo, dentro de diez meses.
Murió Joe Frazier, un heroico boxeador, menospreciado. Le faltaba el sentido del espectáculo, la locuacidad de Cassius Clay, pero al final se reconoció que era uno de los grandes de la mejor época del boxeo.
Estas elecciones pasarán a la historia como la monumental pelea en Manila entre Clay y Frazier. Cada precandidato, cada votante, sentirán esa emoción peculiar que se experimenta al vivir hechos históricos, como simples soldados o generales. Cuélese en la historia, tenga algo qué contarles a sus hijos.
La Mesa de la Unidad Democrática va bien. Pesimistas, pasen a la reserva.
Por: FAUSTO MASÓ
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