En Venezuela un vehículo infalible
para escapar de la justicia
■ Rueda la muerte estan ligados íntimamente al sicariato, robo, cobro de secuestros express y microtráfico de drogas.
Caballos de acero invaden las calles. Una urbe agitada se protege cautelosa, mientras que miles de ciudadanos estimulan una línea creciente de inseguridad, que involucra a las motos en 8 de cada 10 delitos que se cometen en Caracas.
Esta cifra se acopla al balance oficial del Ministerio de Interior y Justicia, que da cuenta de 48 muertes violentas por cada 100 mil habitantes, en una Venezuela donde el hampa atraca, secuestra y asesina sobre dos ruedas. La ligera maniobra de estas unidades permite a los jóvenes desde “levantarse a la jeva más buena”, hasta esconderse en lugares intrínsecos para evadir a la justicia.
Un precio solidario de los modelos asiáticos, los arraiga como una alternativa de transporte para zonas populares. En jurisdicción Sucre “en 8 de cada 10 delitos están implicadas las motos. Y así como pasa aquí, ocurre en toda Caracas según los reportes que nos llegan de otras policías.
La motocicleta trasciende entonces como el transporte de mayor movilidad para cometer un hecho delictivo. Además, que resultan muy accesibles para personas de bajos recursos que no podrían adquirir un carro”, amplía el comisario Manuel Furelos, de director de Polisucre.
Este parte legal es interpretada por el criminólogo Fermín Mármol García, quien reconoce a la moto como un medio exitoso para escapar de la justicia.
“El uso de este vehículo está íntimamente ligado a algunos delitos como el sicariato, robo, cobro de secuestros express y microtráfico de drogas. No es normal que seamos el noveno país con más secuestros del planeta Tierra; ni el que registre más homicidios del continente. Definitivamente, en Venezuela es fácil cometer delito”, diagnostica el abogado de la Universidad Santa María, como parte de Fin de semana 12 y 13 de septiembre de 2012 una espiral de violencia.
Situaciones desventajosas también ubican al motorizado como víctima de este flagelo. Mensajeros y mototaxistas son los principales afectados. “El modus operandi que se aplica con nosotros es pedirnos un servicio hasta una zona peligrosa, donde el delincuente que se hace pasar por pasajero es esperado por un cómplice que termina atracando al mototaxista.
Así ocurrió hace varios meses con un compañero, que fue desviado hasta un callejón oscuro de San Martín y peligroso para robarle la moto. La pareja de antisociales le quitó la moto, lo desnudaron y sólo le dejaron sus documentos personales”, denuncia Edward López, presidente de la línea Los Rápidos de la Noche que se ubica cerca de la estación Capitolio del Metro.
Culto a la muerte:
Manifestaciones urbanas se arraigan en el imaginario colectivo, al margen de la legalidad. Aunque la Ley de Tránsito Terrestre prohíbe la nutrida circulación de motos durante actos fúnebres, el duelo de sus conductores se impone sobre el derecho que tienen otros de transitar libremente, tal como establece la Constitución.
La dinámica de movilidad de la avenida Fuerzas Armadas en Caracas se ha visto alterada. Así lo reconoce Ada Calcurián, como vecina de la zona. “Me quedé atenta para ver cómo reaccionarían los motorizados. Se dirigían a un sepelio, cuando repentinamente se detuvieron en la avenida, donde sacaron el ataúd del la carroza fúnebre, y lo ubicaron en la vía”, señala Calcurián, quien atinó en su sospecha. Efectivamente, “los motorizados activaron sus unidades y rindieron un homenaje a su compañero que estaba en el piso, dando vueltas a su alrededor”.
Omar Hernández, sociólogo especializado en transporte urbano, no comprende cómo se puede legislar sobre una ley cuando no se dispone de los mecanismos para hacerla cumplir. “Se trata de una ley inútil, que no va a provocar cambios significativos en la conducta de los motorizados. Estas situaciones de cortejos fúnebres pueden derivar en otras situaciones de violencia, que deben ser solventadas por los cuerpos de seguridad. Pero entonces recordamos las limitacionesque tiene la Policía Nacional”, añade el sociólogo en transporte.
Adrenalina y poder:
La conexión entre el individuo y la máquina provoca sensación de adrenalina y poder para someter a comunidades enteras, según explica el investigador de la UCAB, padre José Virtuoso. “Ahí hay un tema de valores y de una subcultura de nuestros barrios, donde portar un arma o una moto forma parte de los atributos de todo chico muy bien visto por las chicas.
En ese sentido, se presenta una serie de elementos culturales, que forma parte del imaginario de los jóvenes. La moto da prestigio y los ubica dentro de un nivel de aceptación en el barrio”, explica el rector académico.
Jesús Torrrealba, responsable de la asociación Radar de los Barrios, agrega que la anarquía física de las zonas populares facilita rampas de acceso para motorizados, en menoscabo de la amplitud de espacio de las escaleras.
“Se construyen como unas pequeñas autopistas, que facilitan su desplazamiento por todos los sectores. El muchacho cuando haga real se compra una moto, pero después debe adquirir un hierro (arma de fuego) para poder defenderla. Entonces, lo que inicialmente constituye un elemento de defensa luego surge la tentación de usarla en otras cosas”, deja entrever Torrealba.
Exhorta además a reivindicar la función de algunos motorizados que tienen en su vehículo “un instrumento legítimo para el trabajo legítimo, así como pasa con el mensajero que se resuelve trabajando para varias empresas porque su sueldo no les alcanza”, acota.
Cifras reveladoras:
Un fuerte golpe contra el vidrio del carro en la autopista, colocaría al conductor frente a un posible atraco por parte de algún motorizado. El comisario Manuel Furelos insta a los ciudadanos a observar atentamente el antisocial porque el 80% de ellos no está armado, según indica.
“Cuando vean a un motorizado sospechoso debe vérsele a la cara, para que éste se percate de que el conductor está alerta. Eso los descontrola, sobre todo si no tienen armas. Por eso no se puede estar distraído hablando por celular mientras se maneja, porque es el momento cuando el antisocial ataca y ese susto bloquea a su víctima. Ahí es cuando logra su atraco”, sugiere el comisario.
Pese a la estadísticas, el Observatorio Venezolano de Violencia invita a no satanizar a la moto. “Por eso no tiene por qué ser un elemento para la violencia o el quebrantamiento de las normas, lo que sucede es que el Gobierno intentó generar populistamente una simpatía con los motorizados, permitiéndoles el acceso a las autopistas que no tenían.
El problema no son las normas, sino un país donde no hay disposición de hacer cumplir la norma”, argumenta el sociólogo Roberto Briceño León, portavoz de la institución.
Fermín Mármol García recuerda la debilidad institucional de un Estado, que “permitió que el colectivo del oeste que dirigía Lina Ron (La Piedrita) emplazara al INTT a no meterse con sus motorizados”, alerta el criminólogo.
Por: DANIEL PALACIOS YBARRA
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miércoles, 19 de octubre de 2012