La mosca en la oreja
El autócrata, quizá consciente de su rotundo fracaso en la conducción del país (si acaso es consciente de algo), intenta presentarse como “nuevo”, “renovado”, tan nuevo y tan renovado que dice sentirse como un niño (seguramente el que siempre ha sido)… para enseguida arrobarse y arrebatarse “con el corazón lleno de alegría, de fe en Dios y en Cristo, mi Señor”…, pero por si acaso aumenta 50% el sueldo a los militares, con retroactivo desde septiembre, y les ofrece vivienda y carro sin cuota inicial a cambio de “unidad y más unidad” en torno a su Gobierno, mientras los trabajadores de la Misión Negra Hipólita reclaman en vano el pago de su sueldo.
Cuando llegó al aeropuerto de La Fría, procedente de La Habana, para ir a pagar una promesa al Cristo de La Grita y “pedirle más con el compromiso de mi alma” (hasta con los santos se endeuda), insistió en que una resonancia magnética y una tomografía axial revelaron que está “como nuevo”…, lo cual contradice el empeño en ponerse en manos de Dios y Cristo, su Señor, a través de ceremonias organizadas por el pedeveso Ramírez, el mininterior El Aissami y monseñor Moronta; de bilongos y ritos yorubas propiciados por la diplomacia cubana, de indulgencias gestionadas con palanca de Maduro, ante el culto de Sai Baba y hasta de José Gregorio Hernández, con ascenso congelado por falta de milagros… ya que lo lógico es que esas búsquedas desesperadas de ayuda extraterrestre se busquen después que el médico arruga la cara y advierte: “¡Prepárese para lo peor!”.
En materia religiosa, aparte de pasantías por el culto evangélico y últimamente por la santería (anda con babalaos), sólo ha sido fiel devoto de su yo (síndrome narcisista)… y lo mismo ocurre con sus convicciones políticas: simpatizante de Perón, de Pérez Jiménez, de los carapintadas argentinos y de Norberto Ceresole (tesis de Caudillo, Ejército, Pueblo), antes de caer en brazos de Fidel Castro, dictador totalitario con más de 50 años en el poder.
En realidad, nunca dejó de ser un mussolinito, populista y embustero, y jamás tuvo claro lo que quería… En la Escuela Militar fue rechazado y si insistió hasta lograr entrar fue para poder jugar en el equipo de béisbol con fama de tener buenos entrenadores…; después vino lo de sentirse protagonista de la épica independentista, unilateral y edulcorada, que enseñan a los militares porque encajaba perfectamente en su desorden de personalidad, definido como histriónico narcisista… Lo demás lo sabemos de sobra y ahora sólo queda recoger los vidrios, si se puede.
Por: PEDRO LLORENS
pllorens@el-nacional
Política | Opinión
EL NACIONAL