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MARTA COLOMINA: ¿Miden las encuestas el miedo al acoso oficial?

 

¿Resulta descabellado creer que el miedo obliga a no responder las preguntas comprometedoras?

Las protestas son cada vez más colectivas y menos individuales, al estilo de Fuente Ovejuna. Un gentío en Naiguatá, otro en la Colonia Tovar y así en todo el país, cerraron el acceso vial en angustioso reclamo por la inseguridad que deja un reguero de muertos y mucha ira y miedo en quienes protestan. El Gobierno está ocupado en reunificar a sus desperdigados “patrulleros” para la campaña electoral, así que ninguno parece ocuparse de la epidemia mortal que, al finalizar este 2011, habrá segado la vida de 20 mil venezolanos, según cálculos de los expertos en seguridad.

Varios colegas periodistas nos comentaban hace días su enorme preocupación por el efecto que el miedo puede estar teniendo en el comportamiento político de los venezolanos y cuán ajenas parecen estar las encuestas ante tal posibilidad. Los cuestionarios que presentan a sus entrevistados no difieren de los utilizados en tiempos en los que no existía la Lista Tascón, cuando una opinión adversa al gobierno de turno no significaba riesgo alguno para el emisor. Hoy -nos decía un influyente analista- solo los más desesperados se exponen ante las cámaras. Por ejemplo, la adolorida madre a quien el hampa le acaba de matar a un hijo, o quien, después de deambular por años, nunca obtuvo la casa prometida, o a quien se le murió un familiar después del ruleteo por ocho hospitales, cada cual más desvencijado, mientras Chávez ofrece un hospital nuevecito a Palestina. También los líderes sindicales que por obligación deben exponer a cara descubierta sus reclamos ante la negativa oficial a firmar la contratación colectiva, corren el riego de perder su empleo y hasta de ser encarcelados.

Ante tan justificado temor ya está resultando común la modalidad de que quien denuncia abusos de altos funcionarios públicos o de bandas delictivas que azotan su barrio, declaran de espaldas a la cámara o solicitan desdibujar su rostro (con un fuera de foco) a fin de no ser identificados y posteriormente hostigados (o despedidos si son funcionarios) o hasta asesinados por quienes han sido denunciados. La periodista María Lilibeth Da Corte (El Universal 13-10-2011) narra el acoso de que están siendo víctimas los empleados de la Fundación Pueblo Soberano de parte de la ministra del Despacho de la Presidencia de la República, Erika Farías, por haberse atrevido a denunciar “a través de los medios de comunicación las irregularidades al tramitar ayudas sociales que solicitan al Ejecutivo”, después de los infructuosos esfuerzos por ser atendidos por sus superiores para plantearles el caos de la fundación.

Fueron llamados por la ministra Farías “Apátridas, pitiyanquis, contrarrevolucionarios e infiltrados de la CIA y de los medios privados” porque dieron a conocer el cierre de más de 500 solicitudes de ayuda de pacientes con cáncer, aneurismas, lesiones cardíacas, entre ellos niños, sin que fueran atendidas. Denuncian “el maquillaje de estadísticas de atención que no se realiza” (los recursos desaparecen como si hubieran atendido los casos). Los empleados publicaron una carta abierta al presidente Chávez (EU 03-10-11) que produjo la ira de la ministra: “Presidente Chávez: a lo mejor no escribiremos más. Nada pueden unos pobres trabajadores contra una aplanadora entera que nos amenazó (… ) Tenemos familia que dependen de nosotros. Dejamos en sus manos nuestros destino y el de todas las personas que acuden a solicitar una ayuda y están siendo burladas”. Todos suponemos cuál será el desenlace.

Una reciente investigación dirigida por el politólogo Luis Salamanca y auspiciada por el grupo Gumilla (dos mil entrevistas en todo el país) sobre las “Valoraciones de la Democracia” estudió, entre otros variados ítems, el grado de libertad de los sectores populares para hablar de política en la comunidad, partiendo de que “el miedo a hablar de política no debería existir en una democracia”. El hallazgo es muy preocupante: el 42,6% tiene miedo a conversar de política con sus vecinos. (Por extrapolación ¿se puede tener confianza en el encuestador que llega a pedirle cara a cara, y en el propio hogar del encuestado, que evalúe la gestión de Chávez y que le diga si va a votar por él?). El 78,7% de los psuvistas se sienten libres para hablar de política, pero los de UNT, por ejemplo, expresan temor en un 80%. El estudio concluye que “una amplia franja de ciudadanos siente inseguridad política”.

¿Resulta entonces descabellado creer (como ocurrió con el triunfo de Violeta Chamorro en Nicaragua, a quien las encuestas daban como perdedora) que el miedo obliga a algunos a no responder las preguntas comprometedoras de las encuestas y, a los más atemorizados, a decir que “Chávez ha hecho el mejor gobierno de la historia” y que votarán por él si el hampa no los mata antes de octubre de 2012?


Por: MARTA COLOMINA
mcolomina@gmail.com
domingo 16 de octubre de 2011