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Thursday, November 21, 2024
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Fernando Luis Egaña: ¿Qué más falta por destruir?

¿Qué más falta por destruir..?

 

Un profesor europeo que conoce muy bien a Venezuela desde hace tiempo, y que suele venir cada dos o tres años para dictar conferencias, acaba de comentar que está realmente impresionado por el grado de deterioro que percibe en el país.

Comenzando por la situación de inseguridad que, en su opinión, es aún más grave que en México o Colombia, porque en Venezuela la explosión de violencia criminal no se encuentra localizada en regiones determinadas sino que acontece en todo el territorio nacional. “Cada vez que vengo, afirma, el ambiente de indefensión y temor es más agudo”…

Y tiene razón. Desde el Táchira hasta Margarita, el hampa campea soberana y los 20 mil homicidios que se estiman para el presente año, así lo demuestran con toda su carga de tragedia para la familia venezolana.

Pero al académico extranjero no sólo lo impacta la espiral descontrolada de violencia, sino el grave desmejoramiento de la infraestructura física. Y eso que el buen amigo apenas se queda en el país un par de semanas, porque si viviera acá no podría creer el nivel de regresión que se padece en esta materia.

Carreteras y autopistas abandonadas, el transporte subterráneo canibalizado y hasta el único tren de pasajeros de Venezuela en graves problemas. La aviación comercial en terapia intensiva y el sistema eléctrico guindando en la cuerda floja de la desidia y la improvisación.

Sus anfitriones universitarios le refieren el acoso gubernamental y presupuestario en contra de la educación superior que no lleve el mote de “bolivariana”, y no le garantizan que puedan recibirlo dentro de dos años, porque si las cosas siguen como van, no hay seguridad de que las principales universidades autónomas lo sigan siendo, e incluso estén funcionando.

Como el profesor es un especialista en ciencias políticas, y viene estudiando a fondo el proceso político venezolano de los últimos años, no necesita que nadie le explique el estado de postración de las instituciones democráticas y la naturaleza despótica y personalista de la “revolución bolivarista”.

Y tampoco requiere de mucha investigación para darse cuenta del desmadre económico, de la carestía y escasez, de la desconfianza e incertidumbre, del tamaño descomunal de la deuda, y de la maraña de mentiras oficiales que se presentan como estadísticas triunfantes. Lo que sí le cuesta comprender, es cómo todo esto ocurre con el barril de petróleo venezolano promediando los 100 dólares.

También le cuesta entender que a pesar de tan gravoso panorama, todavía un porcentaje considerable de venezolanos considere que la situación del país es buena o regular. Quizá sea que la esperanza es uno de los pocos activos que no ha sido destruido, o que el avasallamiento del poder estatal no deja lugar para apreciar un futuro distinto al presente…

Lo cierto del caso, es que el profesor europeo se está haciendo la misma pregunta que nos hacemos millones de venezolanos todos los días: ¿y qué más falta por destruir?

Por: Fernando Luis Egaña
flegana@gmail.com