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Teódulo López Meléndez: Apelo al pragmatismo

El peligro inminente es un
nuevo poder totalitario

 

Si bien la incertidumbre ontológica o la incertidumbre social o la incertidumbre económica pueden ser citadas como permanentes compañeras de viaje, ahora, en el fin de esta primera década de un nuevo milenio, como hacía muchísimo tiempo no sucedía, nos encontramos frente a un hombre herido de ausencia de perspectivas y sin estímulos para enfrentar su desnudez. La soledad frente al futuro parece maniatarlo.

Los grandes proyectos quedaron atrás y son mirados con una sonrisa picaresca que expresa aturdimiento, desolación y hasta burla por haberlos concebido. Algunos analistas hablan de un “miedo a la vida”. Tanto como los hechos históricos puntuales que nos tocó vivir a finales del siglo XX, la evaporación de los supuestamente homogéneos cuerpos de doctrinas (ideologías) ha lanzado al vacío a importantes grupos carentes ahora del envoltorio protector, sin que un sano pragmatismo con ideas, o de ideas, termine por involucrarse en la conducción hacia una meta. La verdad se ha hecho, cada vez más, el viejo concepto nietzscheano.

El pragmatismo no puede ser leído como negación de lo utópico, más bien como el desatar de una imaginación sin carriles, entubamiento o corsés de ortodoxia. El pragmatismo con ideas que reclamo como motor alterno al movimiento humano lo concibo como un desafío novedoso al hombre como sujeto y actor de la cultura, como aquel –como tantas veces se ha dicho- que se empeña en dejar huella. La nanotecnología y la robótica en general, el apoltronamiento frente a la pantalla, la inmovilidad del trayecto pueden conducirnos a grandes cambios físicos, es cierto, pero en lo humano sigue sembrándose el único interés posible.

En la política conseguimos uno de los factores claves de la incertidumbre del hombre posmoderno. La política de la modernidad se agotó y con ella la forma claramente preferida, esto es, la democracia. El poder, por su parte, se ha hecho vacuo, es decir, inútil arrastrando consigo a las luchas por obtenerlo, como es lógico en todo proceso de degradación. Ya el hombre no mira a las formas políticas de organización social como paradigma emergente que siembre la posibilidad de un objetivo a alcanzar.

Quizás como nunca hemos dejado atrás el pasado sin que exista un presente, todo bajo la paradoja de un futuro que nos alcanzó con sus innovaciones tecnológicas de comunicación que hoy se han convertido en nuevos símbolos de status. La ausencia de verdades proclama como necesaria la reinvención del hombre, de uno que se debate entre una mirada resignada y un temor hasta ahora intraducible a acción creadora.

Los envoltorios protectores se diluyeron cual bolsas de plástico biodegradable. Las soluciones a las interrogantes se evaporaron. El hombre perplejo e incierto ahora ha descubierto que lo creado no era un eternum sino una contingencia histórica, un momento –tanto como puede concebirse un momento en la historia humana- y que en consecuencia se traslada al pasado. El peligro inminente es un nuevo poder totalitario que se aproveche de la incertidumbre. El peligro inminente es la pérdida de la voluntad de un hombre que preferiría dejarse dirigir antes que desafiar de nuevo al pensamiento.

El deterioro de lo social-político refuerza pues al hombre posmoderno en la incertidumbre. El depositario mismo y real del poder se ha hecho indefinible. El temor por el futuro colectivo se convierte –otra paradoja- en una angustia personalizada de autoescondite. Ante la falta de protección suplicamos por una, encerrados en envoltorios de fragilidad pasmosa. El hampa desatada –también un fenómeno global, aunque en algunas partes cohacedora del necesario temor para el desarrollo de una revolución- incrementa de manera notable la inseguridad general que hemos llamado incertidumbre. Asistimos, entonces y como parte de la ruleta, con factores que siembran incertidumbre en procura de una legitimación falsa. Las acciones colectivas se tornan cada día más difíciles y que sólo vemos ante trastoques políticos puntuales, ante amenazas puntuales, y que de origen están condenadas a apagarse, como hemos sido testigos en los meses recientes.


Por: Teódulo López Meléndez*
teodulolopezm@yahoo.com
@TeoduloLopezM
octubre 2, 2011