El desastre rojito
Las razones dadas por los voceros oficiales para expropiar la empresa Conferry que funciona defectuosamente y presta mal servicio pudieran aplicarse por igual a este Gobierno, que es incapaz de prevenir la inflación y el desabastecimiento, que ha destruido la agricultura y la industria, y suspende o deja deteriorar los servicios públicos. Así como el comandante justificó la expropiación afirmando que la empresa de ferrys era “un desastre”, lo mismo pudiera decirse de una larga lista de ministerios y empresas rojitas, empezando por Miraflores.
Lamentablemente, hoy no existe una instancia que permita quitarle el control de esas dependencias a quienes se han apropiado de ellas, porque los rojo rojitos han desmantelado los órganos de control del Estado. Y nadie tiene poder para exclamar a diestra y siniestra “¡exprópiese!”, como hace el jefe del Estado de acuerdo con su humor o capricho.
El único mecanismo disponible para sacar a quienes se han apropiado del Gobierno y lo han hecho un desastre es el voto popular, y este sólo se ejerce cada seis años. Por fortuna, no está lejos la fecha en que el pueblo podrá pronunciarse y es posible conjeturar su veredicto.
En caso de que sea desfavorable para quienes hoy gobiernan como si fueran propietarios de la vida pública y los bienes de la nación, se trataría de una nacionalización más que de una expropiación, porque se lograría que las dependencias y empresas oficiales trabajen para todos los venezolanos, según estipulan las leyes, en lugar de hacerlo, como sucede hoy, para camarillas militares y dirigente del PSUV.
Estas camarillas proclaman que trabajan para cumplir con los maravillosos propósitos del comandante de la revolución, al cual exaltan sin pudor ni recato. Mientras tanto, el Gobierno sigue funcionando mal y peor, a pesar de los inmensos ingresos que recibe.
En el caso de que el voto popular desaloje de los entes públicos a los bolivarianos que se han apropiado de ellos, se pudiera hablar nuevamente de un Gobierno interesado por el bien de la nación. Este cambio mejoraría los servicios, garantizaría el suministro de agua y electricidad, aseguraría el abastecimiento de la dieta popular, concluiría las obras anunciadas y repararía las vías.
El nuevo gobierno no haría de la lucha contra la pobreza un carnaval de propaganda, sino que la combatiría eficazmente. Con otra dirigencia nacional, las policías podrían dedicarse a brindar seguridad a la ciudadanía y a reducir los asaltos y asesinatos.
Resulta razonable que el pueblo aspire a que todo lo que hoy es un desastre sea conducido por manos capaces de dar respuesta a sus deseos de tener un país en el cual se pueda convivir en paz, el ingreso familiar no se deteriore, los servicios públicos funcionen adecuadamente y las inmensas riquezas nacionales, hoy abultadas por los altos precios de petróleo, se traduzcan en progreso y bienestar general.
Por: Redacción
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EL NACIONAL