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VLADIMIR VILLEGAS: El linchamiento de Ismael García


Tiempos de cambio

 

Es imposible pasar agachado ante la real posibilidad de que Ismael García pueda ser sometido a un linchamiento político como parte de una cayapa institucional encaminada a criminalizar las voces críticas, sobre todo si éstas son o fueron parte del proceso.

Conozco a Ismael desde hace muchísimos años. Fue un activista sindical antes de ser electo alcalde de La Victoria, estado Aragua. Formó parte, junto a mi hermano Mario y otros luchadores sociales, del Comando Unitario de Jóvenes Trabajadores, promovido por la desaparecida Central Unitaria de Trabajadores de Venezuela, presidida por el viejo Cruz Villegas.

Como militante del MAS, no dudó en apoyar públicamente la candidatura presidencial de Andrés Velásquez, aunque su organización ya estaba en campaña por Rafael Caldera, en 1993. Esta actitud nos hablaba de un dirigente político con criterio propio, sin apegos incondicionales a decisiones que chocaran con sus principios.

Ismael no se fue del MAS y fue parte importante en el debate interno que condujo al apoyo de la candidatura de Hugo Chávez en 1998. Lo recuerdo en los difíciles días de abril de 2002, resteado contra el golpe de Estado, dando la cara mientras no pocos dirigentes renombrados del entonces MVR esperaban en sus “conchas” el “desarrollo de los acontecimientos”, como dice Walter Martínez.

Ismael estuvo en la calle defendiendo sus ideas y repudiando el “Carmonazo”. Lo hizo y era lo correcto. Había que impedir que un zarpazo llevara a Venezuela por caminos oscuros y sangrientos.

Con la misma fuerza y firmeza que se le vio en los días de abril, lo vimos enfrentarse contra la idea de imponer un modelo político basado en el liderazgo de un mesías. Y así, como en su momento rompió con el MAS para mantenerse dentro del llamado proceso y fundar junto a otros cuadros el partido Podemos, tampoco dudó en rechazar una unidad orgánica con el MVR y otros factores del chavismo, que no nacía de un consenso entre esas fuerzas sino de una imposición sin derecho a pataleo.

Esto le costó a Ismael y a su partido atravesar un desierto plagado de dificultades, porque no era una decisión sencilla nadar contra la corriente, sobre todo en un mar donde predomina la incondicionalidad, hoy exacerbada a niveles escandalosos.

Ismael fue un factor importante en la derrota del Proyecto de Reforma Constitucional de 2007. Se le opuso sin dobleces y con un apego admirable a la carta magna de 1999, la mejor constitución del mundo, según el propio Hugo Chávez. Por cierto, en esos días yo era vicecanciller y también marqué distancia de algunos aspectos esenciales de esa reforma y lo hice públicamente, por lo cual presenté mi renuncia al cargo.

Dicen que las revoluciones se tragan a sus propios hijos.

En el caso venezolano, a quienes disienten y se atreven a expresarlo les espera un variado menú, que incluye la estigmatización, la guerra sucia radio televisada, las amenazas o incluso jugadas de laboratorio como la que está en camino, destinada a convertir a Ismael García en un criminal…

Hay otras formas de ser devorado por la revolución. Una de ellas es el silencio, la autocensura, la actitud acomodaticia, el oportunismo y el “cuidacarguismo”. Y ahí sí que la lista de tragados por el proceso es dolorosamente larga. Y digo que es dolorosa, porque allí aparecen hombres y mujeres conocidos en el pasado reciente por sus críticas a la incondicionalidad.

Estoy seguro de que Ismael, con todo y lo que pueda tocarle vivir de aquí en adelante, prefiere lo que venga a figurar en ese triste listado.


Por: VLADIMIR VILLEGAS
vvillegas@gmail.com
Política | Opinión
EL NACIONAL