“Si tu consumo excede de lo que puedes,
tienes que bajarlo; no hay otra…”
Últimamente Walter Martínez, con ocasión de los problemas económicos de Grecia y otros países europeos, ha estado refiriéndose reiteradamente a las medidas de ajuste que se están tomando en esos países para corregir dichos problemas, como “paquetazos neoliberales”, censurándolas en forma más que reprobatoria, como si fueran atrocidades injustas y salvajes. Como me luce que WM, en mi opinión un excelente comentarista internacional, ha dado muestras, incluyendo esta, de no ser muy ducho en los temas económicos, voy a tratar de explicarle el asunto de estas calamidades, que normalmente son casos de sobre consumo (consumo excesivo), de la manera más sencilla posible.
Aunque el sobre consumo se puede originar de diferentes maneras, me concretaré hoy a uno de los más frecuentes: el desequilibrio de la balanza de pagos.
Cuando están en equilibrio, los países consumen lo que producen. No consumen exactamente todas las cosas que producen, sino una parte, pues la otra parte se exporta, y con los dólares que entran por esas exportaciones, se importan las cosas de las que se carecen, así que lo sale (se exporta) se compensa con lo que entra (se importa), y el “volumen” de cosas que se consume es más o menos igual al volumen de cosas que se produce.
Ahora bien, si en una familia se gasta (consume) más de lo que le entra (produce), y esta situación se prolonga, pues tarde o temprano reventará. En los países, pasa exactamente lo mismo. Veamos.
Si en Debelandia se consume más de lo que se produce, eso se refleja en que el país importa más de lo que exporta, ya que la producción local no cubre el consumo. Ello se denomina déficit de balanza de pagos (comercial, o en cuenta corriente), y los dólares que ingresan por las exportaciones no alcanzan para cubrir las importaciones, pues éstas últimas son mayores.
Normalmente, Debelandia comienza por solventar ese déficit echándole mano a sus reservas internacionales de dólares (los ahorros previos en el caso de las familias), hasta que estas más o menos se agotan. Entonces Debelandia, como se comió sus reservas (se le acabaron los ahorros), tiene que pedir prestado, y emite deuda, normalmente bonos (la familia comienza a pedir que le fíen, deja de pagar cosas como el alquiler, y pide dinero prestado a quien puede). Esos bonos los compra gente de otros países, entregando dólares a Debelandia, con los cuales esta puede taparear temporalmente lo que le falta para seguir consumiendo más de lo que produce, y la población sigue gozando una y parte de la otra, pues su nivel de consumo continúa elevado en exceso, es decir, consume más que lo que podría consumir sin endeudarse, lo cual es sabroso.
Pero por supuesto, la dicha no es eterna. Estas situaciones de sobre consumo suelen ir agravándose, es decir, el déficit se acentúa cada vez más, la deuda crece y crece, y para su servicio, es decir, su repago, se necesitan cada vez más dólares. Pasado un tiempo, Debelandia comienza a tener dificultades para pagar la deuda, y tarde o temprano la soga se revienta, porque la gente que la financiaba se da cuenta de que no va a poder cobrarle, y entonces ocurren 2 cosas: 1) los acreedores le piden a Debelandia que pague lo que debe, y 2) no le prestan más; de manera que ya la gata se subió a la batea.
En este punto, si se trata de una familia, se le viene el mundo encima: la desalojan de donde vive alquilada, pues debe más meses de renta que Don Ramón (el de El Chavo); el abasto, la panadería y la farmacia no le fían más; nadie le presta, etc. La familia pasa a depender de entes y seres caritativos que le echen una mano, o de algún bobo al que puedan “sablear”.
¿Y Debelandia? Pues inevitablemente se ve obligada a reducir fuertemente su consumo de todo o casi todo, incluyendo normalmente la comida, lo cual es harto doloroso. Ello se implementa a través de una serie de medidas económicas de “ajuste” que toma el Gobierno, tales como aumento de los impuestos, restricción de los gastos en servicios para la población, despido de empleados públicos, etc., y, por supuesto, reducción drástica de las importaciones. Es decir, no hay pele, hay que consumir, que comer, menos. En el lenguaje de WM, no hay más remedio que aplicar un “paquetazo neoliberal”, si bien las medidas puedan diferir de un país a otro. Y claro, si yo me comía 6 bistec semanales, y ahora no me puedo comer sino 2, pues pego el grito al cielo, ignorando que nunca me he debido comer más de 4, que era para lo que daba lo que yo ganaba. Entonces surgen las protestas, manifestaciones, huelgas, etc. Siempre es así, no falla.
Así que creo que es conveniente que Walter entienda que su “paquetazo” es inevitable en esos casos en que algún país se arropa más arriba de donde le llega la cobija, lo que no puede ocurrir indefinidamente en ningún sistema económico, incluyendo el que supongo es su adorado socialismo (porque él es ahora todo Chávez), y que esa, “el paquetazo”, es la solución “natural” (si tu consumo excede de lo que puedes, tienes que bajarlo; no hay otra), que no tiene nada de “invento neoliberal”, para este tipo de situaciones, a las cuales las Debelandias no deberían llegar. Que me diga WM que estos problemas no son sólo culpa de las Debelandias, sino también de sus acreedores, así como qué hacer para evitar los mismos, son harina de otro costal, y escribiré sobre esos temas, pero en otro artículo pues en éste se agotó el espacio.
Por: HERBERT HUDDE
herbert_hudde@yahoo.es
EL UNIVERSAL
martes 27 de septiembre de 2011