El ventajismo del CNE
El Consejo Nacional Electoral tiene una actitud permanentemente polémica. En eso no se diferencia para nada de los otros poderes del Estado. La presidenta del organismo, Tibisay Lucena, declara que hay “una campaña de desprestigio contra el CNE” y suele ir con frecuencia al Canal Rojo del Estado donde puede ver con sus propios ojos la toma indebida de los medios de comunicación públicos por el oficialismo. Es un monopolio comunicacional que no tiene paralelo en ningún país de Latinoamérica.
Decenas de estaciones de televisión, cientos de radiodifusoras, decenas de periódicos, están al servicio del Gobierno, del partido y del candidato oficial. El sistema comunicacional del Estado es financiado por el Gobierno, vale decir, por los impuestos que pagamos todos los venezolanos. No obstante, es un monopolio mediático al servicio de la candidatura oficial. Como si fuera la secretaría de propaganda del PSUV. ¿Cuánto le cuesta a la nación este monopolio? Esto no lo ve la presidenta del CNE ni la mayoría de los rectores.
Sólo ese monopolio desequilibra la igualdad de condiciones con que deben contar los candidatos presidenciales en 2012, los candidatos a gobernadores y a alcaldes. En ningún país de la región se aceptaría este ventajismo grotesco, índice de que sin el ventajismo y sin el monopolio la popularidad del candidato oficial sería otra cosa.
Si se le añaden al ventajismo las cadenas, los gastos extravagantes, las misiones oportunistas, los “donativos” que se repiten como si el erario público fuera la secretaría de finanzas del PSUV, los ministros en campaña permanente, los ministerios convertidos en seccionales del partido oficial, tenemos un cuadro sin precedentes en el mundo.
Podemos hacer un ejercicio rápido y sencillo: imaginemos al candidato oficial sin los recursos del Gobierno, sin los miles de dólares que derrocha, sin los miles de aparatos de línea blanca que regala a través del crédito chino, sin el monopolio mediático, sin las cadenas demagógicas, y tendríamos el esqueleto de la realidad.
En una palabra, en condiciones de igualdad el candidato oficial pasaría más trabajo que todos los otros. Pero el candidato oficial no concibe medirse en condiciones de igualdad. Prepotente y Júpiter tronante, menosprecia a los candidatos y les promete barrerlos de la escena. Y no aceptará menos de diez millones de votos.
La presidenta del CNE descartó la presencia de observadores extranjeros. No se permitirán sino visitantes. O sea, mirones complacidos que puedan venir a cantarle loas al proceso. ¿Por qué esta decisión autocrática contra los observadores? ¿No tiene, acaso, o va a tener Unasur un Consejo Electoral? Vendrán como chaperones sin posibilidades de opinar ni de abrir la boca, sólo como comparsa. Con todas las dificultades que se puedan oponer, es preciso denunciar internacionalmente las condiciones de discriminación y ventajismo antidemocrático que se traman en Venezuela.
Por: Redacción
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EL NACIONAL