“Relaciones jamás vistas,
con el mar de la felicidad”
Si usted es muy de “derecha” o muy de “izquierda” (las comillas son de rigor) le costará mucho creer que Cuba se está moviendo y que ya es bastante problemática su ubicación en el mapamundi ideológico. Para los unos es seguro que ese par de granujas que son los Castro no cesarán de cultivar el mal ni en la quinta paila del infierno y todo lo que digan o hagan que contradiga esa certeza no son sino mentiras y oportunismo. Para los otros es imposible que santos revolucionarios de esa estatura traicionen los sacros principios del socialismo, a lo sumo un paso para atrás. Como siempre los extremos se tocan, así parezcan alejarse.
Y, sin embargo, se mueve y mucho. Salvo que uno la emprenda contra los hechos contantes y sonantes, cosa que no es imposible, no se podrá negar que haber reducido brutalmente el Estado y haber puesto a trabajar por la libre a centenares de miles de cubanos, constituyendo así un amplio espacio para el mercado, para la propiedad privada, para el capitalismo no es poca cosa.
Así esa nueva escena sea todavía famélica y no camina sino gatea. Y no hay mes en que no llegue al menos una gota de transformación en algún ámbito de la vida de esa isla hasta hace poco petrificada en el tiempo. Que si declaran monumento nacional una rústica cruz que dejó Colón a su paso (¿qué pensará Chávez que tanto odia al gran civilizador?).
Que si un homosexual se casó con una transexual con grandes aspavientos públicos y el memorable día del ochenta y cinco aniversario de Fidel, dicen que con la activa complicidad de la hija de Raúl.
Que si Pablo Milanés va a recorrer Estados Unidos, ya comenzó en Miami, cantando y diciendo algunas herejías. Que si llegó el primer vuelo de Puerto Rico en medio siglo.
Que comenzaron a recuperar al gran Cabrera Infante, tal como éste lo había vaticinado: postmortem.
Que si los cubanos van a poder viajar, con un cierto grado de libertad, y ya no sólo personalidades, funcionarios y balseros. Por no hablar de cosas mayores, como el contubernio con la Santa Madre Iglesia y la liberación de casi todos los presos políticos o las conversaciones que han dado resultados tangibles con los amos del mundo, enemigos que parecían eternos.
Claro, no envainen, no es el reino de la libertad. Y la miseria y la represión siguen haciendo de las suyas. Unos piensan que cuando Fidel nos abandone las cosas irán más rápido, pero hay quienes opinan que de tanto morir mediáticamente (estamos en una de esas muertes) nunca lo va a hacer de verdad. Pero lo que interesa es que, al estilo chino, la Cuba indoblegable ha levantado las velas y viaja hacia el mundo donde los carajitos comen MacDonald ´s y manejan ipods.
¿Qué hará el gobierno de Venezuela que mantiene relaciones jamás vistas, (edípicas, ideológicas, políticas, militares, médicas, de registros ciudadanos, estratégicas, deportivas, de espionaje, quimioterapeuticas, pedigüeñas y un grueso etcétera) con el mar de la felicidad ya que su puerto anhelado es, justamente, del que está huyendo la Cuba de Fidel. Para nosotros esto, si es nuestro proceso perdura, va a obligar a dar bastantes vueltas. Aunque también es posible que no, que nos hermanemos con la lejana Corea que es el otro que va quedando y que tiene sus atractivos: un pueblo paupérrimo, salvo en armas, y ese sí domesticado con el máximo rigor. En todo caso el título de estas líneas no es más que una aventurada premonición para un escenario en que los caminos de verdad se bifurquen. Una humorada.
Por: Fernando Rodríguez