La mosca en la oreja
El autócrata anuncia obras, iniciativas, decisiones que no se realizan y en cambio ejecuta planes, acciones, cosas que no anuncia (por el contrario, niega), como la remodelación del Hospital Militar… un piso entero para él solo, que al fin se dignó ocupar la noche del sábado 27 de agosto… ¿tan pronto como recibió la autorización del Consejo de Estado cubano para alargar su permanencia en Venezuela?…
Antes de meterse en su nuevo bunker presenció desde su balcón del pueblo, en Miraflores, un “bilongo por su salud”, anunciado como ritual con grupos de tambores, bailes y cantos de afrodescendientes (según el DRAE, bilongo es brujería, mal de ojo, hechicería), que congregó a varios cientos de personas, negros, indios, blancos, pintarrajeados y hasta emplumados, girando a lo loco, en medio de ensalmos y exhortaciones a orishas africanos para que los acompañaran a pedir la curación del babalao mayor.
Este volvió a hablar de su enfermedad, a la que ha dedicado miles de horas lengua, sin aclarar, como los malos periodistas, el qué, cómo, cuándo, dónde y por qué del dulce mal (debe serlo a juzgar por la cara de pánfilo, listo para la beatificación, que pone en el reportaje “Patria y Fé, al calor de la vida”, transmitido a cada rato por Venezolana de Televisión) que lo mantiene tan alborotado…
De República Dominicana salió un barco cargado de… cocorrapados, en solidaridad con el quimioterapizado de Venezuela y aquí también hicieron negocio no pocos imitadores de Yul Brynner (discursos, declaraciones y proclamas tienen tarifa aparte) en varios lugares del país. Un señor de nombre José Gregorio, que afirma haber sido escogido por Jesucristo y se proclama peregrino por la salud del Presidente, llegó hasta el Hospital Militar con una cruz para la sanación corporal y espiritual (esta última la más difícil). Y hasta el viejo Hugo de los Reyes organizó en Barinas plegarias por la salud de su hijo, que es la de toda la familia.
Si pasamos por alto la norma que descalifica la comparación de zapato con alpargata, o al revés, podríamos contrastar las payasadas de mal gusto y mucho costo del nuevo iluminado, beato, santurrón con la actitud asumida por Jorge Luis Borges cuando se enteró de su enfermedad. Federico Vegas, en un trabajo publicado en el Papel Literario de El Nacional (27/08/11) menciona que el escritor argentino decidió pasar sus últimos días en Ginebra para no hacer de su cáncer “un espectáculo nacional”.
Por: PEDRO LLORENS
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