Artillería de Oficio
Hugo Chávez apela a la oración como último recurso para la salvación. Eso sí, con impactantes rituales transmitidos por televisión, como los ofrecidos por un grupo de jóvenes dominicanos y venezolanos que se raparon el pelo como prueba de insólita solidaridad y del amor que le profesan. El culto a Chávez pica y se extiende, y cuando desaparezca de la faz de la tierra se convertirá en un mito, como el de Eva Perón, pero sin el fashion y el glamour que tanto caracterizó a la argentina, incluso en su lecho de enferma, conservando hasta el último de sus rubios cabellos, a pesar de las sesiones de quimioterapia y radioterapia a las que se sometió para detener el cáncer. No dudo que Chávez, así en la tierra como en el cielo, intentará producir milagros. No se achicharrará en el infierno, como quieren y creen muchos, pues desde que el papa Juan Pablo II -que califica para el Santoralconvirtió el infierno en una “situación” en vez de un “lugar”, las calderas dejaron de existir.
A Chávez le tocará hacer milagros como los que narra el periodista y escritor Tomas Eloy Martínez en su novela Santa Evita, y quizás, los “cabezasrapadas” se dispongan a elevar un petitorio en el Vaticano para su canonización. Compungido y abrazado a la bandera, el convaleciente presidente -durante los rituales mágicos religiosos del domingo en Miraflores- anunció con las manos juntas, un paraíso futuro, al proclamar su misión sagrada de “hacer posible el reino de Dios en la tierra, que no es otro que el socialismo” y tan resuelto asumió su papel de Salvador delirante. El Apocalipsis anuncia la segunda venida de Cristo y el regreso de todos los hombres al paraíso terrenal, que no es otro -según Chávez- que el socialismo del siglo XXI.
¡Qué angustia!
Las profecías aterrorizantes del Apocalipsis reaparecen con todas las figuras políticas que convulsionan al mundo.
El anticristo tiene también una legión de defensores. Todos tienen defensores. Al genocida libio Muamar Gadafi, mejor conocido como el Carnicero de Trípoli, lo defiende Hugo Chávez. Se mira en ese espejo: “Con la excusa de que están salvando vidas, los gobiernos de EEUU y europeos están perpetrando una masacre en Libia con el fin de hacerse de las riquezas petroleras de esa nación. Qué descaro, qué cinismo, pero es la excusa para invadir, para tomar un país y sus riquezas”. Nos pide que oremos: “Pongámonos en manos de Dios para que impida la violencia en Venezuela; tenemos que neutralizar los planes de violencia que están cocinando, planes que vienen del imperio yanqui que quiere desestabilizar al país para intervenirlo” y acusa descabellado (más que literalmente) a la oposición de pregonarla para que suceda lo mismo que en Libia o en Siria. Chávez está rezando y ruega para evitar que el oro y el dinero de Venezuela sean congelados y confiscados ante posibles sanciones internacionales, como ha sucedido con las multimillonarias cuentas congeladas de Gadafi.
Si alguien debería asarse en la quinta paila del infierno es Gadafi, por haber amasado ilícitamente una fortuna que sólo en el extranjero se calcula en más de 120 mil millones de dólares, además de cometer una sucesión de crímenes y atrocidades que le han ganado el infierno. Y aunque el averno no exista como un lago de azufre y fuego, merecen ser lanzadas a las llamas todas sus capas, batas, gorros y babuchas “animal print” o en estridentes estampados, que no producen sino agobio. El armario de Gadafi y su dueño son dignos de arder en el mármol del infierno, para liberar a la humanidad de una pesadilla que trasciende con creces lo meramente estético.
¡Oremos!
Por: MARIANELLA SALAZAR
msalazar@cantv.net
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