Tiempos de cambio
El PSUV ha hecho del tema de la unidad opositora una de las principales aristas de su precampaña electoral, y como parte de ello no han ahorrado ni voceros ni modalidades de acciones políticas para demostrar que ellos están sólidamente unidos bajo el liderazgo del presidente Hugo Chávez, y que en los sectores que se le oponen sólo hay peleas subalternas, chismorreo y zancadillas.
El sectarismo pesuvista, del cual el propio Chávez ha venido despotricando a su manera en su nueva etapa marcada por su enfermedad, es el principal responsable de que el descontento frente al actual Gobierno no sea exclusivamente de la oposición tradicional, léase AD, Copei, como representantes del puntofijismo, o de las nuevas corrientes surgidas entre el final del siglo pasado y el comienzo de este siglo, llámense Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, o la naciente Voluntad Popular, o de organizaciones de larga data como el MAS, Bandera Roja, La Causa R y movimientos de izquierda como Vanguardia Popular, escisión de Bandera Roja, dirigida por el buen amigo Rafael Venegas.
Gracias al sectarismo del PSUV, a un espasmo de radicalismo impulsado por el propio Chávez, al deseo de desnaturalizar el proyecto de país plasmado en la Constitución con la fallida reforma constitucional de 2007, impuesta buena parte de ella por la vía legislativa, a la manía de imponer por la vía del chantaje político el partido único, una fuerza como Podemos, que transitó sin titubeos etapas tan duras como el 11 de abril, el paro y las guarimbas, se alejó del proceso, y emprendió la travesía del desierto político, al cual logró sobrevivir.
Luego le correspondió al PPT, largo tiempo después, es verdad, pero por razones similares a las que produjeron en su momento la ruptura de Podemos, entre otras la imposibilidad de darle una dirección colectiva al proceso, de discutir con el propio Chávez las diferencias y la evidencia de que lo importante era la relación caudillo-pueblo, sin más intermediarios que aquellos que hicieran votos de incondicionalidad al comandante presidente. Vino entonces la rebelión de Henri Falcón en el estado Lara, su cuestionamiento a la recentralización, a la falta de espacios para el debate, e incluso a la ausencia de democracia interna, y su encuentro con un PPT que en medio de las dificultades y las naturales contradicciones en su seno entendió que era necesario deslindarse del Gobierno y del PSUV para poder luchar por retomar el modelo de nación elaborado por la Asamblea Nacional Constituyente de 1999.
Después de que Falcón y una gruesa base popular del estado Lara rompieron con el PSUV, es cierto que no ha habido otros desprendimientos del partido oficialista, pero la procesión va por dentro, y el mejor reflejo de lo que ocurre en el seno pesuvista es la página Aporrea.org.
Por eso cuestionar la falta de unidad de la oposición es como nombrar la soga en la casa del ahorcado. Y aplica aquí el refrán aquel según el cual dime de qué presumes y te diré de qué careces”.
Mientras en el PSUV presumen de su férrea unidad, en las regiones la guerra es a muerte entre sectores de la llamada derecha endógena y factores de izquierda radical que no se soportan. Es cierto, no se trata de bloques homogéneos a escala nacional, pero las guerras intestinas en Bolívar, Anzoátegui, Monagas, Sucre y otras regiones son reveladoras de que la unidad pesuvista, muy a pesar de Chávez, tiene fisuras basadas en diferencias ideológicas, en diversas conductas frente a la corrupción, y en severos cuestionamientos a la burocracia, al clientelismo y a la utilización oportunista de la fraseología socialista para ocultar vicios igualitos a los del pasado.
Yo que Chávez me ocuparía más de la unidad propia que de la ajena… De nada.
Por: VLADIMIR VILLEGAS
vvillegas@gmail.com
Política | Opinión
EL NACIONAL