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ARMANDO DURÁN: ¿Será que todo es mentira?

¡Qué desastre, caballeros!

 

Consternado por la incertidumbre de su época ante la incógnita que encierra la necesidad de reconocer qué es en verdad la realidad, tema que desarrolló impecablemente en La vida es sueño, Calderón llegó a la irónica conclusión de que en este mundo todo es verdad y todo es mentira. En la Venezuela actual, sin embargo, esa duda existencial no hubiera perturbado ni un minuto la vida o el sueño de Segismundo. Aquí, a pesar de todos los pesares, la certeza es absoluta: prácticamente todo es mentira y falsedad.

Esta matriz de opinión permite que muchos venezolanos comiencen por estos días a sospechar que la enfermedad y la fulminante curación del presidente Chávez forman parte de una patraña más del régimen para intentar darle un vuelco en el corazón del país a la grave pérdida de su popularidad.

Una idea que se afianza a medida que aumentan las suspicacias en torno al turbio manejo oficial del cáncer presidencial y al éxito político-electoral que supone haberlo convertido en un intenso masaje mediático destinado a estimular la sensibilidad popular.

Yo, por supuesto, no creo en la hipótesis del engaño ni remotamente. Nadie juega, así sea para recuperar millones de votos perdidos, con su propia muerte, y un gobernante, por muy irresponsable que sea, jamás tendría la audacia de burlarse de gobiernos y pueblos enteros inventándose la existencia de un cáncer en las profundidades abismales del abdomen presidencial. Ni en el mayor de los delirios el dúo Fidel-Chávez se atrevería a tanto.

No obstante, en el aire espeso del desconcierto continuado provocado por la salud de Chávez, quedan flotando algunos detalles llamativos. Por ejemplo, ¿por qué él, tan prolijo a la hora de describir el mal que le descubrieron en Cuba y algunos aspectos de su tratamiento, se ha negado empecinadamente a mencionar el sitio exacto donde estaba el tumor? ¿Por qué razón el arzobispo Moronta se apresuró a certificar un peligro inminente de muerte administrándole a Chávez, que ciertamente no estaba en trance de morir, los santos óleos de la extremaunción? ¿Por qué los especialistas que atienden al Presidente no se han dignado a ofrecernos un parte médico científico sobre este cáncer todavía sin apellido ni sobre la evolución real de la enfermedad? Como si esto no bastara para disparar las alarmas, ahora se nos informa que acaba de producirse la portentosa curación del paciente a manos de Fidel Castro, transformado de pronto en oncólogo mayor del reino. Según el asombroso relato que nos ha hecho Chávez del episodio, Fidel entró como una tromba en su habitación hospitalaria y le anunció, con una sonrisa de felicidad, ja, ja, ja, el milagro del siglo: “Ya no tienes nada, chico”. Sentencia que, como nos advirtió Simón Alberto Consalvi con su más agudo sentido de humor negro, permite suponer que en Cuba han descubierto cómo curar el cáncer en sólo ocho días.

Lo cierto es que no vale la pena participar en este absurdo debate sobre el verdadero estado de salud de Chávez. O en efecto el cáncer nunca existió y nos hallamos ante la superchería más grande de la historia desde aquellos tiempos remotos en que los científicos de todo el mundo conocido juraban por lo más sagrado que la Tierra era plana, o de veras, para escarnio de los más incrédulos o malvados miembros de la oposición, el tumor maligno del tamaño de una pelota de beisbol sí existió, sólo que en la isla de todos los prodigios nada hay más natural que la vertiginosa sanación de los enfermos.

Lo que sí importa en esta comedia de múltiples enredos caribeños es que de tanto intentar el régimen reescribir a su antojo la historia de Venezuela, de tanto ofrecernos a diario un panorama de maravillas revolucionarias que nadie alcanza a descubrir por ninguna parte y de tantísimas promesas incumplidas a conciencia a lo largo de 12 años de desmesuras, pocos son los ingenuos que aún siguen al pie de la letra la versión oficial de cualquier suceso, por insignificante o trascendente que sea.

En definitiva, a los mentirosos sin remedio nadie les cree ni las verdades más evidentes, y cuando Chávez se rasga sus vestiduras de enfermo para anunciar eufórico que ya no hay una sola célula maligna en su organismo y en consecuencia a “la oposición se le acabó el show macabro”, lo único que podemos hacer es pensar que Chávez se burla de sí mismo y de nosotros, y que los venezolanos, incapaces ya de distinguir la verdad de la mentira por culpa de la grosera y constante manipulación oficial de la realidad, tendrán que esperar y ver si, como Chávez anunció el jueves, uno de estos días se nos presenta calvo. Y ni así, digo yo.

¡Qué desastre, caballeros! Nota : Este cronista se marcha unos días de vacaciones. Volveremos a encontrarnos en este mismo espacio el próximo lunes 5 de septiembre.


Por: ARMANDO DURÁN
Política | Opinión
EL NACIONAL