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FAUSTO MASÓ: ¿Quién quiere morirse?

El Método del Discurso

 

Al bajar del avión en Maiquetía, Chávez le ordenó a los infantes de marina colocarse en posición de combate: la imagen de los infantes supuestamente arrodillados frente a él sembró el pánico entre los que la interpretaron como una demostración de su apabullante control sobre la FAN. ¿Casualidad? No, qué va.

A Chávez le irrita que lo acusen de sacarle provecho a su enfermedad, pero ¿qué no utilizaría un político como él en una lucha agónica por el poder? Rechaza y que sus doctores informen de la evolución de la enfermedad, nos dice que el tumor era del tamaño de una pelota de béisbol, y para quitarle dramatismo a su próxima caída del cabello afirma que pronto será un nuevo Yul Brinner.

Por televisión, un despliegue sentimental le pide a la población identificarse con el enfermo doliente. Viejos compañeros de armas, parientes, lagrimean y nos hablan de un Chávez humano; motorizados, mujeres humildes, piden que viva 1.000 años. Paralizan Caracas la celebración de su cumpleaños, las fallas del Metro.

Desmiente la noticia de que no participará en la campaña de 2012, pretende convencernos de que no ha perdido el día a día del gobierno, un gobierno donde no se movía una hoja de papel sin que él lo autorizase.

Por ahora, para Chávez la política cuenta más que su salud.

Chávez persigue la cuadratura del círculo: garantizar que todo está atado y bien atado. Se le cayó el techo encima, se le movió el piso, y pretende que creamos que nada ha cambiado.

¿Adelantará la oposición las primarias? ¡Hablan de no celebrarlas! Unos ¿damnificados? amenazan con asaltar las oficinas del Colegio de Periodistas, agreden a estudiantes y políticos, les lanzan gas pimienta a los médicos. Por una parte nos hablan de amor y humanismo; por la otra, limitan la presencia de la oposición en la calle, como si contrarrestaran la debilidad física del Presidente con una postura más represiva y con un radicalismo contra la clase media, a la que despojan de su vivienda. La incertidumbre que genera el cáncer de Chávez desconcierta a los propios chavistas.

Quizá a la oposición le tocará la penosa misión de contribuir a estabilizar el régimen, evitar cualquier sorpresa de última hora. Chávez seguirá siendo genio y figura, pasará de la depresión a la euforia, se reanimará a sí mismo como el 11 de abril, cuando un minuto pedía un avión para abandonar Venezuela y al siguiente organizaba un contragolpe. A una persona que lo vio llegar ese día al Fuerte Tiuna todavía le impresiona la facilidad con que pasó de la desesperación a amenazar a los oficiales que lo tenían prisionero.

Sólo que un tumor es más peligroso, solitario y cruel que un golpe de Estado. Pregunten a los que han visto a un familiar consumirse con esa enfermedad, o sobrevivir. El futuro dependerá menos de la habilidad de Chávez, de su uso del poder, del radicalismo, de la represión, que de la evolución de este tumor sobre el que poseemos una información mediatizada, comunicada por el propio enfermo. Ignoramos el desenlace de este drama, volamos a ciegas.

Como para la inmensa mayoría de las personas, morirse no aparecía entre los planes del Presidente. Además, ¿quién quiere morirse? Ni usted ni Chávez. Adiós a “patria, socialismo o muerte”.

Nos falta un dato para saber si este drama concluirá con Chávez en su mejor forma para las elecciones de 2012, un simple parte médico.


Por: FAUSTO MASÓ
Fausto.maso@gmail.com
Política | Opinión
EL NACIONAL