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FAUSTO MASÓ: Cuando le dan vacaciones a la muerte

El Método del Discurso

 

El mismo Chávez que fue capaz de cambiar el Escudo Nacional, exhumar los restos de Simón Bolívar, ahora censura el grito que lanzaron antes de morir el Che y tantos revolucionarios. Nadie había mandado de vacaciones una frase con una tradición tan ilustre en la izquierda. Imaginemos si el día anterior al desembarco del Granma Fidel le hubiera ordenado a los expedicionarios cambiar la palabra “muerte” por “vida”, con el argumento válido de que en unas horas muchos morirían. En Cuba la posibilidad de la muerte entusiasmaba a los millones de cubanos que aguardaron impacientes a que los bombardearan con napalm y bombas atómicas, en medio de la crisis de los cohetes en 1962. Más tarde, irritados los cubanos porque Kruschev había ordenado retirar los cohetes, dijeron: “Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”.

Para un Chávez enfermo de cáncer, mencionar la muerte es como mentar la soga en casa del ahorcado. ¿Solución? Hablar de vivir viviendo, usar frases que empleaba ya meses antes del viaje a La Habana para operarse, como si tiempo atrás hubiera sido consciente de su enfermedad.

¿Quién ha llegado tan lejos y ha utilizado políticamente un tumor ¿maligno?, la posibilidad de la propia muerte, ha mezclado al Nietzsche de “Dios ha muerto” con monseñor Moronta? Ahora, Chávez altera la consigna revolucionaria por excelencia sin que nadie pierda el sueño, como si los que repitieron la frase, la colocaron en cuarteles y edificios públicos, nunca la hubieran tomado en serio, jamás hubiesen creído ni en la posibilidad remota de sufrir algún rasguño por defender el socialismo, y mucho menos de morir.

Ahora la voluntad de Chávez tropieza con una pared, el cáncer, y, como todo enfermo, confía en los poderes mágicos, invoca a los dioses de la llanura y a la Virgen, pero también asegura que cuenta con el apoyo de la ciencia o el poder de la ciencia. Repite al pie de la letra la psicología de los enfermos graves.

La enfermedad no ha cambiado fundamentalmente al Presidente de la República, pero lo ha tocado. Sigue comportándose con un cierto coraje y un enorme desparpajo. ¿No hay límites para Chávez? ¿Cree sinceramente el cuento chino del superhombre de ese filósofo tan de moda en la extrema derecha y en la extrema izquierda? Chávez descubrió que hay enfermos de cáncer; no le llegó la noticia de que los disturbios en la cárcel de Rodeo comenzaron porque los pranes secuestraron al director y a varios empleados para obligarlos a darles atención médica a varios enfermos de tuberculosos que morían de mengua. Y mañana, ¿recuperará Chávez la frase inicial? ¿Volverá otra vez a decir “Patria, socialismo, o muerte”? ¿Nos pedirá que derramemos la última gota de sangre luchando contra el imperialismo? ¿Resucitará a la muerte cuando se considere curado? O ¿la desterrará para siempre del debate político? La enfermedad de Chávez mandó de vacaciones a la muerte, algo tan insólito como si un marxista hubiera cambiado el final del Manifiesto Comunista que anuncia que un fantasma se cierne sobre Europa, el fantasma del comunismo, y este audaz corrector de Marx hubiera cambiado el fantasma por un ataque de histeria, enfermedad de moda por esos tiempos.

Por ahora la muerte anda de vacaciones.


Por: FAUSTO MASÓ
Fausto.maso@gmail.com
@faustomaso
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