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Edit.LA PRENSA.NI: “Memento mori”

“El endiosamiento de
los caudillos…”

 

Un economista nicaragüense consultado por sobre las consecuencias que podría tener la grave enfermedad del presidente venezolano Hugo Chávez, expresó que “cuando hay problemas de salud con los caudillos, inevitablemente hay problemas de gobernabilidad… El país no puede depender de una persona, porque independientemente de cómo evolucione la salud de Chávez, causa incertidumbre. La lección que debe sacarse es que los caudillos son mortales, pero se endiosan y al endiosarse destruyen la institucionalidad del país”, aseguró el experto económico en sus declaraciones publicadas el domingo 3 de julio corriente.

Es cierto. Pero el endiosamiento de los caudillos que llegan a creer que son inmortales, es tan viejo como la historia de la humanidad. Precisamente por eso, en la antigua Roma republicana, cuando los generales regresaban victoriosos de las guerras de conquista y desfilaban por las calles de la gran ciudad, por disposición del senado detrás de cada uno de ellos iba un humilde esclavo que les susurraba al oído las palabras “memento mori”, o sea, “recuerda que eres mortal”, “no olvides que tienes que morir”.

Aquella singular advertencia a los poderosos generales de que no se debían endiosar, se dejó de acostumbrar cuando Octavio César proclamó el imperio y se hizo llamar “augusto”, epíteto que significaba majestuoso o venerable y estaba reservado a los dioses. Y desde entonces han sido muchos los caudillos que se han endiosado y se siguen endiosando.

Pero lo cierto es que por más que se endiosen y se consideren inmortales, los caudillos también envejecen o se enferman y mueren como todos los mortales. Lo que no es óbice para que cada caudillo que surge se endiose y pretenda la inmortalidad, hasta que llega el momento en que una grave enfermedad o cualquier circunstancia brusca e imprevista, lo hace volver a la realidad.

A Fidel Castro ya le había tocado, en julio de 2006, comprobar mediante su inevitable envejecimiento y una grave enfermedad intestinal, que a pesar de su endiosamiento él también era un ser tan vulnerable y mortal como todos los demás seres humanos. Y ahora ha sido Hugo Chávez el que ha debido sentir y comprobar lo mismo.

No obstante, el choque con la realidad de las debilidades y amenazas mortales de la condición humana, no necesariamente cambia la mentalidad de los caudillos endiosados. Estos, por lo general, cuando logran superar temporalmente las adversidades de una grave enfermedad vuelven a ejercer el poder de manera totalitaria, por medio de personas subordinadas o en forma directa. Lo primero es lo que ha ocurrido en Cuba, donde Fidel Castro depositó formalmente el poder en su hermano Raúl, y lo segundo es lo que está ocurriendo en Venezuela, donde al parecer Hugo Chávez no quiere delegarlo en nadie.

De todas maneras, la incertidumbre causada por la grave enfermedad de Hugo Chávez, ha venido a repetir la historia de todos los caudillos endiosados que enfrentan de repente una grave crisis de sobrevivencia personal, creando la sensación de que son irreemplazables y que al faltar ellos el sistema de dominación caudillista que impusieron inevitablemente se va a derrumbar.

Pero generalmente no ocurre así. Por el contrario, casi siempre los sistemas de poder caudillistas sobreviven a la desaparición física del déspota, sobre todo los de extrema izquierda. El caudillo de la revolución rusa soviética, Vladímir Lenin, murió en 1924, pero el sistema comunista que él fundó duró hasta 1991. Su endiosado sucesor, Stalin, murió en 1953, pero el comunismo le sobrevivió por 38 años más. En China comunista, otro caudillo endiosado y pretendidamente inmortal, Mao Tse Tung, murió en 1976, pero el poder comunista por él fundado vive y domina hasta ahora. Lo mismo ocurrió con Ho Chi Minh, en Vietnam, y Kim Il Sung, en Corea del Norte. Y en Nicaragua, el general Anastasio Somoza García murió asesinado en 1956, pero el somocismo duró hasta julio de 1979, cuando su hijo Anastasio fue derrocado y un año después también asesinado en Asunción del Paraguay.

De modo que la grave enfermedad que sufre Hugo Chávez y la eventualidad de un fatal desenlace, no significan que necesariamente su régimen caudillista irremediablemente tendría que desaparecer con él. En realidad, el restablecimiento de la democracia en Venezuela solo puede ser obra del pueblo democrático venezolano. La libertad y la democracia no son consecuencias de ninguna fatalidad, sino únicamente de la triunfante lucha política y social.


Por: Luis Sánchez Sancho
Managua, 18 de julio, 2011
Política | Opinión