El PSUV no representa
sino división y fracaso
Una amiga, chavista eufórica, admiradora fiel del Presidente, me arrinconó con la frase: ¡Con esa enfermedad la gente tendrá compasión y le lloverán millones de votos en 2012! De inmediato agregó que el venezolano siempre apoya al más débil y esa realidad será la gran ventaja electoral de Chávez. Si yo pudiera traducir su error en una frase lapidaria, diría que Ernestina (nombre falso para proteger a los inocentes) cree que mientras más enfermo esté el candidato más votos cosechará.
Es de suponer, entonces, que si para diciembre de 2012 uno de los candidatos está en coma, al borde de la muerte, tal ciudadano, si existiese, tendría prácticamente ganados los comicios. Ernestina, Ernestina, eso no es cierto. Nunca lo ha sido.
La inmensa mayoría de la población es, afortunadamente, racional; claro que es emotiva, pero tiene sentido común.
Mientras ve al convaleciente siente lástima y solidaridad, pero luego regresa al mundo concreto. Los electores no optan ni deciden a favor de candidatos con dificultades graves de salud. La campaña electoral se basa, precisamente, en seleccionar al postulado con mayor fuerza, con mayor empuje, con mayor futuro. En relación con las dolencias de Chávez, les digo que yo estuve convencido, al comienzo, de que todo se trataba de una obra teatral castrista; recuerden, amigos lectores, que Fidel se ha desaparecido en dos o tres oportunidades, lapsos en los cuales la prensa mundial ha especulado sobre su muerte, para luego aparecer como el hombre inmortal que venció a la parca.
Pero la suspensión de la Cumbre de la OEA sin Estados Unidos ni Canadá; su ausencia en el acto de ascenso del mayor número de generales en la historia, y sobre todo su inasistencia al desfile del 5 Julio (su coronación como el Bolívar actual), estando en Venezuela, me convencieron de que Chávez sufre de una enfermedad severa, me atrevería a decir que hasta grave. Y eso, Ernestina, no es para nada una ventaja. Cuando apareció en el llamado Balcón del Pueblo el día 4 de julio rodeado exclusivamente de sus familiares, mientras que ministros, diputados, gobernadores, alcaldes y otros altos funcionarios limitaron su condición y presencia a público de galería, Chávez estaba diciendo que no tiene herederos en el PSUV, que su sucesor vendrá de su sangre, de su familia; alguna de sus hijas o su hermano Adán y hasta su compadre. Fue una demostración demoledora para quienes acariciaron tímidamente la idea de ser el “escogido”.
Así que los dos grupos que se han ido formando, lenta pero ininterrumpidamente; por un lado, Jaua/Maduro/Cilia/Darío y un buen número de diputados, y por el otro, Adán/ Diosdado/Bernal/Ameliach y un buen número de gobernadores, con dos supuestos conciliadores, José Vicente Rangel y Rafael Ramírez, se quedaron en una sola pieza, congelados, con sus corazoncitos rotos y con una sensación de vacío (de poder). No por ello inactivos en su guerra por la herencia. Esos procesos políticos internos son indetenibles. La ausencia activa y cotidiana de Chávez exacerbará hasta niveles insoportables la lucha interna, y en la selección de candidatos a gobernadores y alcaldes la matazón interna hará que la sangre llegue al río. Ya en Sucre, Trujillo, Falcón, Anzoátegui, Bolívar y Monagas los enfrentamientos son públicos y hasta desvergonzados. El PSUV está condenado a implosionar (si acaso cabe esa palabra).
Ante tal cuadro no faltará algún opositor, sabiondo, cuyas agallas se hinchen más de lo conveniente y especule peligrosamente que, dada la enfermedad del caudillo, ya la unidad no es tan necesaria, cuando en realidad ahora hace falta más que nunca la unidad de propósitos, unidad de programa. Unidad y más unidad.
El PSUV no representa sino división y fracaso. Venezuela merece un mejor futuro. El tiempo de los rojos, de la división, del odio y la corrupción llegó a su fin. Las primarias avanzan con la fuerza de un alud.
Por: EDUARDO SEMTEI
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