“La maldad jamás se ha,
impuesto a la bondad”
Se acuerdan de cuando los amigos nos encontrábamos en la calle y decíamos: –Alguna vaina rara está pasando. ¿No te has dado cuenta de que Caldera tiene como un mes que no habla…? Hmmm, de verdad que eso es muy raro.
–Sí, algo debe estar pasando. Fíjate que el dólar subió a 18,50 bolívares. ¡Esto es inaudito! Sin ir muy lejos, un café grande está costando un bolívar comentábamos alarmados o peor. ¿El militar aquel que dio el golpe todavía está preso? No sé si se acuerdan, pero hubo una época en la que podíamos viajar a playas con restaurantes idílicos a la orilla del mar y hospedarnos en hoteles cinco estrellas. Caracas era una capital extraordinaria, en 20 minutos o a lo sumo en 45, podíamos ir de la oficina a la playa por una moderna autopista.
Quizás los lectores más jóvenes no van a creer esto, pero en Venezuela se podía ir a una fiesta y compartir amigablemente con adecos, copeyanos y comunistas.
En esa época, los que éramos de izquierda luchábamos para que en Venezuela no se implantase un gobierno militarista y autoritario que copara todos los espacios como ocurría en Paraguay, Chile, Uruguay y Argentina, países donde habían llegado al poder militares de derecha que se comportaban igualito a los de la izquierda de hoy. A estos militares los llamaban “gorilas”, y eran los encargados de prohibir la libertad de prensa e impedirles a los ciudadanos que disfrutaran los programas de televisión que a ellos les pareciera.
En aquel entonces, muchos izquierdistas comenzamos a darnos cuenta de que Fidel Castro era tan de derecha como Mussolini, Pinochet y Videla, y dábamos gracias a Dios porque en Venezuela, aunque con muchos defectos, teníamos una democracia en la cual, en general, teníamos libertad de trabajar para el Estado sin renunciar a nuestras ideas.
Conozco muchos amigos, hoy médicos, que provenían de hogares muy humildes, por no decir muy pobres, que en esa época lograron estudiar gratuitamente desde la primaria hasta la universidad. Recuerdo que existía una institución maravillosa llamada INCE, donde miles de jóvenes aprendían los oficios que mueven la humanidad.
También existió un presidente de nombre Carlos Andrés Pérez, quien tuvo que dejar su cargo e ir a la cárcel por utilizar, discrecionalmente, 250 millones de bolívares en Nicaragua (lo que hoy representa la cuota inicial de un apartamento en la avenida San Martín).
No puedo olvidar que teníamos un país donde vivían pobres que sabían que ser pobre es malo.
Nunca es tarde para cambiar. La maldad jamás se ha impuesto sobre la bondad. No hay cabida al pesimismo. No olvidemos, y ojalá este ejemplo sea ilustrativo para quienes han perdido la esperanza, que en el año 1945, casi finalizando la II Guerra Mundial, millones de judíos habían muerto en campos de concentración nazis. Los sobrevivientes lo creían todo perdido, pero tres años después, el 14 de mayo de 1948, no sólo eran libres, sino que presenciaron el nacimiento de Israel como país independiente.
Ojalá nos demos cuenta de lo felices que siempre somos y hemos sido a pesar de las circunstancias.
Se nos olvida que el solo hecho de despertarnos todos los días y respirar ya es motivo suficiente para ser muy felices; todo lo que venga después, aunque sea malo, es una bendición, porque sólo quienes están vivos son capaces de distinguir lo bueno de lo malo para aceptarlo o cambiarlo.
Por: CLAUDIO NAZOA
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