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FAUSTO MASÓ: ¿Quién recuerda el caso Makled?

El Método del Discurso

 

Chávez pretende convencernos de una falsedad, hacer que creamos que el cáncer no le impedirá seguir concentrando el poder, tomar todas las decisiones, trabajar de lunes a domingo. En el mismo tono pasa de pedir solidaridad a insistir que nada ha cambiado, por tanto ratifica a ministros y militares.

Rechaza que se emita un parte médico que le quitaría misterio a su enfermedad, para seguir utilizándola políticamente. Sigue los consejos de un maestro: en estos días Fidel Castro ha demostrado que su asesoría bien vale para Chávez 100.000 barriles diarios.

Chávez imita el estilo de Fidel Castro, un maestro en el arte del gesto sorpresivo. Se dio a conocer en la Universidad de La Habana por actos temerarios como secuestrar la histórica Campana de la Demajagua.

El asalto al Cuartel Moncada, una apuesta audaz lo volvió el amo de un país.

En su juventud, Fidel Castro tentó más de una vez al diablo, arriesgó la vida en las luchas estudiantiles de la Universidad de La Habana, donde los debates se ganaban a plomo.

Le han gustado siempre los gestos audaces, como pedirle a Carlos Andrés Pérez que nombrara encargado de su seguridad durante su visita a Caracas en 1989 a Orlando García, quien conocía a los exilados realmente peligrosos y probablemente frustró un atentado contra Castro.

Imaginemos a Hugo Chávez y a Castro discutiendo una madrugada el manejo de la dolencia, decidiendo ofrecer una interpretación sentimental de la enfermedad, examinando el primer informe médico que no le darán a conocer a la plebe: a nosotros.

Al final, con razón, desde el punto de vista político, redujeron algo tan serio como un cáncer a un discurso emotivo; dos actores formidables están jugando así con la muerte posible de uno de ellos, y logran que la opinión pública venezolana olvide desde el caso Makled hasta el desabastecimiento y tantas otras cosas.

Estas maniobras terminan dramáticamente, en definitiva el cáncer mata o se convierte en comedias si los espectadores sospechan que les tomaron el pelo, cuando por un descuido en la puesta en escena se descubre la tramoya.

Por ahora, vamos de sorpresa en sorpresa; vueltas a Caracas en la madrugada. Cuando le conviene Chávez se disfraza de un nuevo Cristo que muere en la cruz para salvar a los venezolanos, e inmediatamente se disfraza de lector de Nietzsche, el gran ateo del siglo XIX, enemigo del cristianismo y autor de un libro histérico, “Así chillaba Zaratustra”. De paso nos sugiere que el superhombre reencarnó en Sabaneta.

Con estos mensajes contradictorios del hombre doliente en agonía y del hombre que supera al hombre, persigue Chávez dar la ilusión de que todo sigue atado, y bien atado, y evitar que los electores rechacen votar por un hombre enfermo.

Enarbola el asta de la bandera desde el balcón del pueblo y exige de la oposición consideración, y le ofende sobremanera que no tomen en serio un informe médico, el dicho por él mismo o por el doctor Nicolás Maduro.

Cualquier venezolano ha vivido de cerca la agonía de un familiar o de un amigo, conoce las consecuencias devastadoras del cáncer aun para los propios sobrevivientes de la enfermedad, le indignaría saber que han jugado con sus sentimientos en un tema tan serio.

Por ahora, el caso Makled ha quedado enterrado, todo ha funcionado de maravilla. Queda un detalle, falta año y medio para las elecciones. Demasiado tiempo.


Por: FAUSTO MASÓ
Fausto.maso@gmail.com
Política | Opinión
EL NACIONAL