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Zenair Brito Caballero: Un consejo a los articulistas que se inician en los medios impresos

El pecado de la murmuración

 

Dijo una vez un sacerdote que el pecado que más acusaban los devotos es el de la murmuración. Yo creo que ese es un mal que nació con el hombre, pero que se ha ido agigantando, en lugar de ser lo contrario, a medida que el mundo crece, basta con fiarse en el mal llamado periodismo del espectáculo que se ha llegado a extremos ridículos, porque en él meten hasta a los que escriben en los periódicos diarios, que solo viven en la soledad de sus pequeños mundos, los que ellos mismos crean.

En nuestras ciudades venezolanas, donde la mayoría de las personas nos conocemos, el chismorreo se aumenta, no sólo en las mujeres, que eran las señaladas como las “corre ve y dile”, también en los hombres que las superan en crudeza y mordacidad. Pensemos en que mientras menos nos metamos en la vida personal, no pública, de los demás, seremos mejores seres humanos, la elegancia se hará presente en nuestro actuar permanente y con la mente sana nos volveremos críticos, pero de situaciones, de obras literarias, de política, de hechos internacionales, siempre con sapiencia, porque el tiempo que se utilizó en leer en escuchar programas interesantes, y no en chismorrear, nos va llenando de un acervo cultural que nos aleja de cosas tan banales como pasarnos una hora criticando el vestido de la señora que fue a tal fiesta, o las relaciones de los vecinos, o la forma de hablar de alguien y hasta de su delgadez o gordura.

Me ha llamado la atención, con cada publicación de mis artículos y columnas de opinión, que algunas personas que no me conocen comentan: tiene excelentes trabajos de investigación. Me pregunto: ¿por qué no aceptan el acervo cultural que se ha ido acumulando año tras año?, es muy bueno investigar cuando no se conoce de un tema, pero es también irresponsable el que escriba un articulo o una columna de opinión y hable de un tema sin que sepa de él, sin que le guste, sin que le apasione.

Todos los temas que trato en mis artículos y columnas los quiero, porque son como mis hijos, los he ido madurando en todas mis noches de lectura, en charlas con los amigos, en entrevistas que me concedieron durante mis más de treinta años como profesora Titular universitaria activa, a ello acudo para escribir y a la memoria que Dios y Jesucristo me han dado. Investigar es excelente me encanta y he recibido premios a mi labor investigativa en la Universidad donde he trabajado en sus aulas de pre y postgrado. Yo admiro a los investigadores, pero mis artículos, en los diarios y en las páginas web para quienes escribo, hasta ahora, no requieren de un intenso trabajo de investigación, porque son escritos desde mis adentros, desde mis conocimientos, desde mis recuerdos y de lo que está sucediendo en Venezuela..

Con este tema quiero llegar a los jóvenes articulistas que se inician para que no se asusten con las críticas y se defiendan con altura cuando los ataquen sin sentido; para que toreen la envidia, esa es la palabra y no hay que andar con eufemismos; ¿cómo se torea la envidia? Alzándose de hombros y pensando que si a uno lo envidian es porque está haciendo las cosas bien.

Pero piensen también, jóvenes articulistas o columnistas de opinión, que van a encontrar en número superior a lo que he mencionado, la generosidad de la gente que los lee, esa misma que nos despierta temprano para decirnos en un mensaje de texto, en una llamada telefónica o por un correo electrónico, me gustó tu articulo de hoy, o no me

gustó esto, pero aquello sí, o quizás una columna, un comentario en un periódico, eso supera todo lo otro, que manejan los que no hacen nada en la vida sino parasitar. Este oficio es como todos: como el del zapatero, o el del que cambia las llantas de un carro; ellos también reciben críticas o satisfacciones por su labor; es la vida, es la condición humana. Sólo que hay que aclarar o protestar cuando es necesario, pero no diga nombres porque da importancia a los que lo molestaron, usted siga adelante y cuando lo ataquen solo diga: yo escribo y punto, allá ellos que no lo hacen.


Por: Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito