Esta semana comenzó otro
episodio de la crisis eléctrica
■ Lo cierto es que el sistema es vulnerable por los cuatro costados.
■ El pasado año fue un problema de generación, este año es de distribución.
Los anuncios de un nuevo racionamiento nos conducen a una situación similar a la del año pasado: oficinas, centros comerciales, áreas públicas y residencias vuelven a la rutina de semipenumbra, de escaleras mecánicas que suben, pero no bajan, de ascensores a medio funcionamiento, de aire acondicionado que sólo opera en las horas más calurosas del día, en suma, una dinámica de ahorro forzoso e incomodidades que, por mucho que se excusen, son de responsabilidad única del Gobierno.
El pasado año fue un problema de generación, este año es de distribución. Lo cierto es que el sistema es vulnerable por los cuatro costados y no hace falta ser experto en cuestiones de electricidad (como sabemos, el ministro del ramo tampoco lo es) para darnos cuenta del problema en el que está metido nuestro país, antes con ventajas competitivas en el área energética, y pendiente de racionamientos y ahorros forzosos.
A la fecha no sabemos la severidad de los racionamientos. Lo cierto es que el Gobierno sabe que cada vez que se ve obligado a bajar la cuchilla, la farsa de eficiencia se tambalea ante la prueba de estar a oscuras, de los equipos quemados, de los bienes o insumos dañados y de todo un mar de incomodidades que es imposible que no generen malestar.
Obviamente, de las cosas que más irritan destacan las excusas y las justificaciones que los responsables del servicio y voceros del Gobierno le dan a la colectividad. Culpan a los consumidores, y luego sugieren que estos consumen mucho gracias a las tarifas democratizadoras. Paso seguido se quejan de la insuficiencia de las tarifas que el propio Gobierno ha congelado por 10 años, para después negar que las sanciones e incentivos sean una forma solapada de aumentarlas. Apelar al medio ambiente, a las normas internacionales, las cuales a su vez no se aplican cuando la vulnerabilidad del sistema no es tan alta; todo ello forma parte de un mar de contradicciones, argumentos encontrados e ideas que desafían el sentido común, en aras de justificar lo injustificable, en fin, de ocultar la ineficiencia que está a la vista.
Todo lo anterior aderezado con el tradicional comodín explicativo de la conspiración, el sabotaje, las campañas orquestadas y otros argumentos de confrontación que permitan, por un lado, buscar un culpable externo y, por otro, suponer que se está ante una gran batalla la cual, de seguro, se va a ganar gracias a los que en definitiva son los responsable de que la calidad de vida de los venezolanos se haya deteriorado.
Ante estos problemas, la respuesta del país democrático y alternativo, además de denunciar la ineptitud, debería consistir en mostrar soluciones.
Presentarle al país un plan energético alternativo.
No sólo convertirlo en un debate de expertos, sino en un programa político, en el cual el restablecimiento del potencial energético de la nación vaya de la mano con la modernización y reactivación de las industrias básicas, la rehabilitación de las red de carreteras y autopistas, un verdadero plan de transporte urbano masivo, el reordenamiento de las ciudades y, por sobre todo, un plan de viviendas y servicios con claras mediaciones entre fines y medios, de forma tal que goce de mayor credibilidad que la simple promesa de supuestos millones de viviendas para el próximo sexenio.
La semana comienza racionamientos de luz que se añaden a los que cotidianamente se padecen por el derrumbe de la infraestructura del país. Ofrecer alternativas no sólo es una oportunidad política, sino una responsabilidad para el futuro y la viabilidad de Venezuela como nación moderna.
Por: Luis Pedro España
lespana@ucab.edu.ve
Viernes, 17 de junio de 2011