Aquí y ahora
Uno de los clamores más reiterativos de la sociedad democrática es la necesidad de presentar una propuesta de país distinta de la del capitalismo de Estado, con olor a comunismo chavista-castrista. No basta con presentarse ante el electorado diciendo: “Aquí estoy yo para derrotar a Chávez”… Pero resulta que, la cosa no es tan sencilla, como para que la gente compre planteamiento tan simplista sin reclamar algo más sustancioso.
Los decepcionados de los cantos de sirena del régimen, ya cansados de tantas promesas vacías, necesitan alimentar su desesperanza, con señalamientos concretos que le lleguen de manera directa a lo más profundo de su alma. Sólo así podrían responder al sentido llamado de cambio que clama el colectivo social en su conjunto.
De momento, me viene a la memoria Irene Sáez que, durante la campaña electoral de 1998, mantuvo altísimos niveles de aceptación y popularidad, hasta que los electores tomaron conciencia de la necesidad de votar por algo más que una cara bonita, para sacar a Venezuela del atolladero en que se encontraba. Esa fue una de las causas del cambio tan radical que nos trajo estos oscuros lodos de autoritarismo, demagogia, corrupción e indolencia y desprecio por los valores democráticos y republicanos.
Quien resulte, después de las elecciones primarias, abanderado de los sectores democráticos adversos al actual estado de cosas, tiene que presentar un perfil acorde con las circunstancias de hoy. Es decir, convencer a las mayorías nacionales de que representa (sea hombre o mujer) una vía diferente de paz, progreso, seguridad y prosperidad en libertad. Que se muestre incluyente y plural, abierto a las proposiciones de los sectores empresariales, de los trabajadores, de las mujeres, de la juventud y de la Iglesia…
Vistas las cosas así, no se puede seguir jugando (o abusando) con los lugares comunes que, sin contenido alguno, no dicen nada a nadie. Para bien o para mal, esa época ya se quedó en las mazmorras del olvido de un pasado no tan remoto, por cierto. Los clichés ya no valen. De allí que sea necesario cambiar el discurso político, darle contenido, evitar las generalizaciones. El venezolano está transido de alguien que lo convenza de que puede haber un futuro mejor, un futuro de esperanza.
Por eso el título de esta columna está inspirado por dos iniciativas que apuntan en el sentido señalado. Me tomaré la licencia y que me perdonen los señalados de presentarlas por orden de la edad de los proponentes, sólo para ser consecuente con el título de hoy. Una, la de Eduardo Fernández, que se ha tomado para sí, desde el Ifedec, la elaboración de un visión (muy terrenal, por cierto) de cómo enrumbar a nuestra querida patria después de las elecciones de 2012. Eduardo recopila su dilatada experiencia de tantos años en la política vernácula, y la resume en lo que él llama la Explosión del Crecimiento Venezuela 2013, bajo el lema de que “más que un candidato, el país necesita una propuesta para cristalizar un país posible para todos…”.
De otro lado, hasta ahora, está Leopoldo López y lo que él considera su Proyecto de País, que resume en tres anhelos: paz, bienestar y progreso. Se refiere a la seguridad de todos, a la superación de la pobreza, al empleo digno y estable. Esta presentación, junto con la anterior, representa una contribución importante a los efectos de elevar y enriquecer el debate entre los aspirantes a enfrentar a Chávez en los comicios presidenciales venideros.
Por: FREDDY LEPAGE
freddylepage@cantv.net
@freddyjlepage
Política | Opinión
EL NACIONAL