Madera de traidor
La vida personal y política de Hugo Chávez siempre ha tenido un signo que la ha caracterizado: la traición. Esta verdad es innegable. No creo que nadie pueda dejar de aceptar esta realidad. Si se quiere, se puede tratar de justificar su actuación en cada caso, pero siempre aparece de manera permanente: el engaño, la hipocresía y la mentira. Lo inexplicable, es que todavía, después de casi veinte años de actuación pública, pueda haber personas que se sorprendan de alguna de sus oportunistas decisiones. Me refiero a la sorpresa que han mostrado algunos miembros de la izquierda venezolana y mundial ante la manera ligera, y sin lugar a dudas ilegal, como Hugo Chávez ha empezado a deportar a Colombia a miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC).
He leído en estos días varios artículos en Aporrea mostrando esta sorpresa. No logran sus autores explicarse cómo una revolución socialista, como dice ser este gobierno, puede entregar a unos “esforzados combatientes de izquierda al gobierno fascista y asesino de Juan Manuel Santos”. Voy a tratar de explicarles las razones y después, para que no vuelvan a sorprenderse, les voy a recordar algunas de las actuaciones antiéticas de Hugo Chávez. La situación del gobierno venezolano estuvo realmente muy comprometida después del ataque al campamento de Raúl Reyes en el Ecuador y la requisa que hizo el Ejército colombiano de las célebres computadoras. Ese material era explosivo. Demostraba las vinculaciones de Hugo Chávez con la guerrilla colombiana.
Esta delicada situación se puso aún más en evidencia al decidir el presidente Uribe denunciar ante el Consejo Permanente de la OEA esas vinculaciones, y además señalar la ubicación, con detalladas coordenadas, de varios campamentos de las FARC en nuestro país. No contento con esto entregó el material de las computadoras al Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, un reconocido centro de pensamiento británico, para que publicara un libro que resumiera el contenido de las computadoras de Raúl Reyes. Hugo Chávez empezó a sentirse acorralado. El no es un estadista, de firmes principios, capaz, de defender sus ideas, y enfrentar cualquier situación. El solo es un político ambicioso y sin escrúpulos, convencido que lo importante es conservar el poder.
Para colmo, el gobierno colombiano detuvo al narcotraficante Walid Makled. Este señor, sin lugar a dudas descalificado en si mismo, empezó a hablar. Sus señalamientos aterrorizaron a Hugo Chávez. No era fácil de explicar las vinculaciones de este narcotraficante con el gobierno de Venezuela. Un desconocido, sin estrechas vinculaciones con los altos niveles del Gobierno, no podía controlar el principal puerto venezolano, adquirir una línea aérea y, lo más sorprendente, utilizar la pista protocolar del presidente de la República para que un avión de su línea transportara varias toneladas de cocaína a Estados Unidos. Es decir, además, de las vinculaciones del gobierno chavista con las FARC, se demostraba su relación con el narcotráfico.
La actitud del gobierno de Colombia es explicable. Valoró la situación internacional y se convenció que convenía a sus intereses mejorar las relaciones entre los dos países. La caída del comercio y la no cancelación de la deuda de parte de Venezuela creaban un problema delicado de desempleo en un país que no ha logrado totalmente superar el nivel de subdesarrollo y de injusticia social. También, es imposible negarlo, surgió un problema de liderazgo entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Su decisión fue entregar a Walid Makled. Hugo Chávez entendió los riesgos existentes para su vida política y personal de mantener ese tipo de vinculación con un grupo como las FARC, acusado de terrorista y narcotraficante. De allí a decidir entregar a los jefes de las FARC solo hubo un paso.
A los chavistas de buena fe, que no entienden la política de Hugo Chávez, les recuerdo su afirmación: “el camino de la violencia está superado por la historia, la única vía para alcanzar el poder son las elecciones”. Su objetivo es controlar a Colombia. Se encuentra desesperado buscando un candidato. Entiende que las FARC se transformaron en un peso muerto. Repetirá lo que siempre ha hecho con sus amigos que ya no le son útiles. Abandonarlos y si es necesario destruirlos. Hay dos casos de inconsecuencia personal que no deben ser olvidados: Raúl Baduel y Jesús Urdaneta Hernández, dos compadres, miembros de la logia militar desde que se inició la conspiración. Hugo Chávez les debía demasiado. No le importó destruirlos. Definitivamente, tiene madera de traidor.
Por: FERNANDO OCHOA ANTICH
fochoaantich@gmail.com
OPINIÓN | EL UNIVERSAL
domingo 12 de junio de 2011