El llamado “clientelismo”, amiguismo,
genuflexión, adulaciòn o servilismo
Si en la vida pública de los venezolanos existen vicios atribuyéndoles poca responsabilidad en la confrontación interna y existencia del conflicto, uno de ellos es el karma de la politiquería, constituyéndose en las peores lacras de la vida nacional. Tiene gran implicación en los asuntos atinentes al gobierno revolucionario socialista-comunista. Es muy difícil que no deje de estar en boga por ser el directo responsable de la vigencia del conflicto y del mal manejo que se le ha dado, traduciéndose como la avidez desmesurada por conseguir un cargo público con una intención de usufructo más que de servicio, obligando el estancamiento del desarrollo del país y de la búsqueda de la tranquilidad.
El hecho de no dar resultados en el desempeño de funciones públicas ocasiona que los grandes problemas continúen año tras año, con el consiguiente estancamiento del desarrollo del país y la búsqueda por la tranquilidad. Por eso, quien llega a una alta posición del Estado como fruto de la politiquería arrastra consigo su equipo de personas, igualmente ineptas, con lo cual se forman “roscas” o grupos cerrados que hacen del ejercicio institucional un círculo de influencia personal o política dentro de las entidades.
Este fenómeno predominantemente burócrata configura el llamado “clientelismo”, amiguismo, genuflexión, adulaciòn o servilismo incrementando el descontento popular hacia las administraciones gubernamentales y concreta la ineficiencia oficial, además de dejar abiertas unas troneras grandes a la corrupción porque muchos llegan a la administración pública con la única intención de llenar sus bancos y sus bolsillos.
Y trasladando las situaciones precedentes al marco de la delincuencia y la corrupción se concluye que el manejo que se le ha dado al orden público muestra muchos vacíos, magnificados por la burocracia. Por satisfacer contingentes politiqueras se han nombrado ministros de defensa, consejeros de paz y de seguridad o ministros de otras carteras no idóneos para esos cargos, que requieren un hondo conocimiento del cargo que ostentan y estar graduados en la Universidad con el título correspondiente a las funciones que desempeñan y de los medios y recursos con que cuenta la nación para enfrentarlos.
Sí. Las complicaciones que resultan de la politiquería, la genuflexión y el clientelismo se presentan en mayor grado en los cargos de elección popular como la Asamblea Nacional, las gobernaciones, las alcaldías, las asambleas legislativas de los Estados o regiones, concejos y ediles. También hacen parte de la politiquería los ofrecimientos, promesas, ofertas de campaña que por lo regular SABEMOS QUE no se cumplen. Los candidatos a la Presidencia, casi sin excepción, afirman que durante su mandato, el país, por medio del diálogo con los líderes de los partidos de la oposición, alcanzará la paz; esto es un engaño. El país no está ciego, ni sordo ni mudo, pero no quiere ver, ni escuchar ni hablar. De igual manera, los aspirantes a diputados, a gobernadores y alcaldes no ofrecen negociaciones con los ciudadanos que los eligen porque ese asunto es del exclusivo resorte del gobierno central, pero el resto de promesas tampoco las cumplen.
Una práctica que se puede ubicar dentro de la politiquería venezolana en forma del conflicto interno es la costumbre de los presidentes de pontificar sobre aspectos relacionados con el orden público que ellos deberían haber solucionado pero no lo hacen en su momento. Sus impertinentes conceptos vienen acompañados de críticas a las acciones del gobierno anterior, siempre todo es culpa de la IV REPÙBLICA; no dejan estimular la oposición irreflexiva y de darles argumentos a los violentos, generar descontento, crear falsas expectativas y ponerle talanquera a la gobernabilidad del presidente en ejercicio.
Debido a la actitud de la politiquería en Venezuela hay una enorme distancia entre las grandes necesidades del país -incluida la paz- y la acción procedente para atenderlas; acción que les corresponde a quienes alcanzan niveles de poder, pero como en la mayoría de los casos le dan prioridad al derecho personal, al final se extravía el beneficio asociado.
Por: Zenair Brito Caballero
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