Tiempos de cambio
Marcel Granier ha criticado a Henrique Capriles Radonski por su posición de defensa de Petróleos de Venezuela frente a la arbitraria decisión del gobierno de Estados Unidos, que ha impuesto sanciones a la estatal petrolera de nuestro país por sus relaciones comerciales con Irán. Lo acusa, en entrevista publicada el sábado en El Universal, de patriotero, de actuar con poca reflexión, y de asumir una reacción glandular frente al tema.
La de Granier es una visión extrema, porque confunde como un todo los intereses de Venezuela y de su industria petrolera con los del gobierno, lo cual, en el fondo, termina coincidiendo de hecho con la postura oficialista, empeñada en colocar como traidor a la patria o como cómplice de las agresiones contra Pdvsa a quien se limite a condenar esta decisión unilateral estadounidense sin apoyar las políticas que en materia de relaciones exteriores y de petróleo impulsa la administración de Hugo Chávez.
Una vez más viene a cuento aquella expresión según la cual los extremos se unen. Granier, de hecho, coincide con Chávez y el chavismo en que la política petrolera y la defensa de la patria son asuntos de los rojos rojitos, pero hay una amplia franja de venezolanos que no renuncian a su derecho de defender la soberanía del país sin que ello implique plegarse acríticamente al Gobierno. Por el camino de los extremos, para ser defensor de los intereses nacionales es necesario portar en el bolsillo un carnet del PSUV y una estampita del comandante en jefe, y para ser un opositor a carga cabal, que no de muestras de debilidad frente al gobierno, es menester hacer fiesta por cada acción que acometa otro país contra el nuestro, aunque se trate de una agresión contra la principal industria venezolana.
Las actitudes de ambos extremos terminan siendo perjudiciales a los intereses de Venezuela, porque nos impiden actuar como un solo bloque cuando las circunstancias así lo exigen. Cuando Granier rechaza la postura de Capriles expresa la posición de un sector que coloca en un segundo plano los intereses de la nación, para privilegiar la confrontación con el gobierno de Hugo Chávez.
Y, vaya casualidad, cuando el PSUV impide con su sectarismo y prepotencia que la Asamblea Nacional avance en la búsqueda de un acuerdo consensuado para defender a la industria petrolera frente a las sanciones impuestas por Estados Unidos, parte del mismo criterio divisionista y polarizante que caracteriza la posición de Marcel Granier.
Si el Gobierno estuviera pensando en la gravedad de lo que puede avecinarse contra nuestro país no estaría empeñado en convertir esta coyuntura en un torneo de retórica y demagogia electoral, y en un asunto de exclusivo interés de quienes apoyan al líder del proceso.
Usar este episodio, cuyas implicaciones todavía no están del todo claras, como pretexto para apoderarse arbitrariamente del derecho a defender a Venezuela es, paradójicamente, un acto antipatriótico.
Lo primero que debería hacer un gobierno que se ufana de su entrega a los intereses superiores del país es recabar el mayor apoyo interno posible y abrirse a escuchar las observaciones que tienen frente a su política exterior y su actuación en materia petrolera sectores de la vida nacional que se le oponen y tienen otra visión sobre estos asuntos.
Y una oposición responsable, clara en sus metas políticas, no puede equivocarse en momentos como estos. Por tal razón, la postura asumida por Capriles Radonski, a diferencia de lo que postula Granier, va en la dirección acertada de saber distinguir nítidamente entre los intereses de un gobierno y los superiores intereses del país.
En estas circunstancias mirar el bosque en lugar de detenerse en un árbol es lo pertinente.
Por: VLADIMIR VILLEGAS
vvillegas@gmail.com
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