“Hoy amanecí sin
ganas de escribir…”
Aunque es un hábito que tengo desde hace muchos años descubriendo las palabras todas las mañanas bien temprano, cuando la mente esta tranquila, clara y con las ideas bien razonadas por el descanso nocturno. Por regla general busco temas amables, de autoayuda o políticos del día a día, de los cuales pueda extraer el zumo de la amenidad. Aunque no siempre lo logro, porque la orientación de la columna está bien delineada.
Y hoy no quería, no quería escribir porque no encuentro un motivo para hacerlo. Seguir gastando tiempo sentada en la computadora y escribir palabras para seguir hablando de las irregularidades del país y del desgobierno del comandante, es una sandez. Sin acudir a los argumentos jurídicos de los expertos no hay duda que hay conflictos, desempleo, delincuencia, corrupción, etc. etc. Acaso qué significa que la delincuencia siga hostigando a los pequeños poblados, a los barrios, a las zonas marginales y a las ciudades y que la policía insista en arrinconarlos, ¿una fiesta de Halloween? Llevo 12 años presenciando una delincuencia y una corrupción con diferentes matices y ahora me vienen a decir que se está disminuyendo y que la corrupción se está controlando. A otro perro con ese hueso.
Por su parte los saqueadores del tesoro público hacen y deshacen a placer. Ocultos tras de la gran preocupación de los venezolanos de bien por conseguir una paz duradera, atrincherados en el anonimato y protegidos por sus amigotes en altas posiciones no cejan en su empeño de desangrar el erario por medio de la contratación. Su acción ofende tanto o más que los ataques de los malhechores. Al fin de cuentas son causa de la existencia del hambre de reconocimiento de muchos y muchas, de la pobreza, de la miseria, del desempleo, de la descomposición a todo nivel. Descaradamente se ufanan en público de sus mal habidas ganancias obtenidas ‘con mucha inteligencia’ y ningún esfuerzo. Son los vampiros del Estado.
Tampoco encuentro nada grato para escribir y por el contrario me aflige hallar noticias como la del comportamiento de algunas de las entidades promotoras de salud y de los seguros como el de algunas universidades como SAMI UPEL , que por la puerta falsa se hacen a unos dineros por unos servicios nunca prestados. Y mientras tanto los pacientes asegurados (llenos de paciencia) mueren a la espera de una droga o de una intervención quirúrgica negada, y los tribunales de justicia se atiborran de tutelas contra el servicio de salud, en desmedro de los procesos ordinarios que duermen en los anaqueles por la prevalencia de aquellas.
Me tropiezo luego con la desolación causada a millones de personas por el invierno inclemente. Ver las corrientes desbordadas de los ríos, aún las de aquellos que se consideraban mansos, anegando tierras, ahogando cultivos y ganados como en el Sur del Lago de Maracaibo, en el Estado Mérida, Táchira, Anzoátegui y la zona del sur de Maracay donde la cota del Lago de Valencia ya casi desborda el muro de contención, y si se desborda acaba con urbanizaciones como la Punta, Mata Redonda, La Esmeralda, Brisas del Lago y todos los barrios aledaños, arrasando viviendas, dejando a la intemperie a sus moradores e incrementando la indigencia hasta llevar a límites insostenibles la desocupación y su secuela, la informalidad, no es para echar las campanas al vuelo.
Como si lo anterior fuera poco estamos a un año electoral para elegir presidente. Los periódicos y las televisoras comienzan a tupirse de entrevistas de los posibles candidatos para unas llamadas primarias de la oposición ávidos de exponer sus programas de gobierno, o simplemente de mostrar su imagen. Y los escritores de columnas tradicionales empiezan a tomar partido por los candidatos de sus preferencias. Lo hacen por expresar sus simpatías o por congraciarse con ellos. Los más respetuosos del lector se aíslan del tema. Otros, particularmente en la provincia, simplemente no entendemos el desorden de los cruces estratégicos entre personajes antagónicos, cuyas desavenencias desaparecen como por encanto.
Fácilmente se advierte que no está el palo para cucharas. Tanta iniquidad, tanto chanchullo, tantas malas nuevas, son la causa de que hoy no quería escribir.
Por: Zenair Brito Caballero
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