Irán y Pdvsa
Sucedió lo que todo el mundo sabía que, tarde o temprano, iba pasar: Petróleos de Venezuela fue de nuevo sancionada por el Gobierno de Estados Unidos por insistir en el abastecimiento de gasolina y otros combustibles a Irán, lo cual contraviene el embargo impuesto por las autoridades estadounidenses en un esfuerzo por detener el avance del programa de armas nucleares del régimen iraní.
Las medidas contra Pdvsa fueron anunciadas ayer por James Steinberg, subsecretario de Estado. En realidad, desde varios días se venía especulando en Washington sobre la imposición de sanciones contra Petróleos de Venezuela y media docena más de empresas, entre ellas una de Israel (Ofer Brothers Group), tres de los Emiratos Árabes Unidos (PCCI, Royal Oyster Group y Speedy Ship), una de Mónaco y otra de Singapur.
Era un secreto a voces en el mundo petrolero que el gobierno bolivariano en realidad continuaba con el suministro a Irán ya sea triangulando las exportaciones o efectuándolas desde la refinería de Curazao, a pesar de haber declarado en el año 2009, por boca del ministro de Energía, Rafael Ramírez, que no se estaba exportando hacia ese país gasolina y otros derivados. Era sólo cuestión de tiempo para que estas prácticas clandestinas salieran a la superficie.
Si bien Pdvsa está en libertad de vender sus productos a los clientes internacionales que le vengan en gana, no menos cierto es que, al tomar esas decisiones, debe colocar en la balanza su propio enfoque del negocio y sus lazos con sus mejores clientes. No hay más que recordar que Estados Unidos constituye hoy el mejor mercado para el petróleo venezolano: Pdvsa dirige casi la mitad de sus exportaciones de crudo hacia territorio estadounidense.
Esa privilegiada cuota de mercado debe cuidarse por todos los medios posibles y no colocarla en riesgo sólo por atender a un socio político lejano y peligroso, que además está hermanado con el terrorismo internacional. Venezuela debe cuidarse también en extremo de este flagelo que, en cualquier momento, puede ocasionar muertes y daños impredecibles, como ocurrió el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.
Y no se trata de hacerle el juego a Estados Unidos, sino de alejarse de este tipo de relaciones tan destructivas. Uno de los gobiernos aliados del chavismo, como lo es el de Argentina, no quiere nada con los iraníes porque tuvieron la osadía de destruir en un sangriento atentado el edificio de la AMIA, la mutual judía de ese país. Las investigaciones posteriores demostraron la participación y complicidad directa de los altos mandos de la revolución (¿o involución?) iraní.
También en Brasil, con la llegada de la nueva presidenta, ha bajado el tono de la relación con Irán, al que ella considera un régimen tan conservador que niega los derechos de la mujer, impone la pena de muerte y encarcela a los opositores de izquierda. ¿Por qué Venezuela sigue amarrada a este prehistórico régimen?
Por: Redacción
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EL NACIONAL