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PEDRO LLORENS: ¿Qué será lo que quiere el negro?

La mosca en la oreja

 

La mamarrachada que le faltaba a este Gobierno bufo y brejetero, acostumbrado a sacar conejos de la boina del comandante para desviar la atención: nada menos que una ley (para colmo habilitante) contra la discriminación racial, con penas de uno a 3 años de cárcel, multas de entre 100 y 200 unidades tributarias y reparación de perjuicios de carácter hereditario para quien incurra en tan abominable práctica…

Una vez más, mordemos el anzuelo sin ponernos a pensar en “¿qué será lo que quiere el negro?” (en este caso, Aristóbulo Istúriz, promotor del proyecto, porque el comandante en jefe presidente ha negado hasta la saciedad la posibilidad de ser considerado negro, si acaso indio y no del todo*).

Tras el proyecto y sus defensores, especialmente el Movimiento Social Afrovenezolano, que impulsa sanciones que se heredan (no se sabe hasta cuál generación), está la laguna de pesares del autócrata (golpista, fascista, racista), siempre bañado de populismo y demagogia.

Aquí tenemos al negro negrito (muñeco de la ciudad) con la bemba colorá, a la negra en dormilona del zumbaquezumba (no he visto cosa más fea), a la negrita de Santa Lucía que no se ponga chancletas y que sepa cocinar, a los angelitos negros de Andrés Eloy, a las negras finas de esa tierra de fulías que es Barlovento…

También hay negros (as) de República Dominicana, Haití, Colombia, Cuba (como arroz)… y de México vinieron Toña la Negra (la sensación jarocha) y la famosa “negrita de mis pesares” que a todos les dice sí pero no les dice cuándo… pero ¿afrovenezolanos (as)?, ninguno, a menos de que alguno haya venido de Zimbabue, enviado por Mugabe, a construir casas…

El que insulta diciendo “negro de m…”, pudiera decir “catire del c…”, o “chinomalicolalón”, generalmente no lo hace con la intención expresa de discriminar…

salvo quizá que se trate de militares (incluido el autócrata) porque es bien sabido que en la Academia Militar muchas veces filtran a los negros en los exámenes de admisión.

A los negros, que dieron identidad musical a Estados Unidos con su jazz y obligaron a que el rubio judío Alan Crosland (conocido como Al Jolson) se pintara la cara de negro en El cantante de jazz (primer filme sonoro) para que pudiera ser famoso, empezaron a llamarlos afrodescendientes, sin pensar en que afrodescendientes somos todos, desde Barack Obama, hijo de keniano, hasta el autócrata de Miraflores, tan blanco como Michael Jackson.

* Salvo cuando le conviene por demagogia y habla de su pelo, ni malo ni chicha, ensortijado.


Por: PEDRO LLORENS
pllorens@el-nacional.com
Política | Opinión
EL NACIONAL