¿Locura colectiva?
Desde su lecho de enfermo, el Presidente de Venezuela consideró su deber opinar sobre los violentos acontecimientos que sacuden buena parte del norte de África y Siria en el Medio Oriente. Para el mandatario nacional, lo que está ocurriendo con esos pueblos que salen a manifestar, a luchar y combatir por su derecho a la libertad no es más una “locura colectiva”, ni más ni menos.
Ese simplismo deja al descubierto el profundo desconocimiento que tiene el jefe del Estado de la crisis que conmueve y enluta a ese grupo de países musulmanes víctimas del despotismo, del autoritarismo y de la corrupción más descarada que se haya conocido. Basta observar los reportes que llegan de los autoridades bancarias suizas para darse cuenta del inmenso monto de dinero sucio que los líderes árabes han acumulado en bancos y paraísos fiscales, mientras sus pueblos sobreviven en medio de las más grandes penurias y la pobreza extrema.
Cuando, cansados de soportar a esos regímenes, los pueblos se alzan contra el gobierno y piden libertad, cárcel para los tiranos y juicios a quienes se enriquecieron por años con los dineros públicos, entonces nuestro iluminado comandante lanza una explicación, al estilo del psiquiatra Chirinos, de que se trata de una “locura colectiva”.
Si así fuere, pues bienvenida la locura colectiva que le entra a los pueblos cansados de los tiranos y de los actos de las familias presidenciales y sus colaboradores corruptos. Qué maravilla de locura y qué bueno que la exigencia de democracia de los jóvenes árabes no se exprese solamente en el campo de la racionalidad, sino que también alcance lo imposible, aquello que los estudiantes del 68 le pidieron a los gobernantes franceses.
La ignorancia del comandante llega al punto de decir que se trata de “terribles planes de la CIA para desestabilizar países enteros. Es lo que está pasando en Siria y en Libia”. Caramba, qué inmensa capacidad tiene la CIA para movilizar a millares de personas, día tras día, que dejan su trabajo y su vida, para salir a la calle a manifestar por lo que consideran son derechos que han sido preteridos en función de estabilizar y consolidar proyectos personales egocéntricos, fundados en un mesianismo ridículo y esperpéntico como el de Gadafi.
Lo del presidente de Siria no escapa a esa lógica: el hijo que hereda fraudulentamente el poder del padre y lo continúa con una feroz represión interna contra los fundamentalistas musulmanes o los defensores de la democracia y los derechos humanos, lo mismo da: van a la cárcel, son torturados y sus familias condenadas al ostracismo.
Ahora vienen con el cuento de que Estados Unidos los mantuvo y cobijó por años. Es una verdad a medias: cualquiera sabe que tanto Egipto como Siria nacieron “socialistas” y se volvieron lo que son gracias a la ayuda multimillonaria de la Unión Soviética. Basta con revisar su dotación de armamentos: todos de la extinta URSS.
Por: Redacción
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EL NACIONAL