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CLAUDIO NAZOA: Osama, Coca Cola y mango

Me encanta vivir esta loca época de
la humanidad en la que estamos

 

Soy fanático de las noticias. Soy una especie de cazador de noticias. Comparto este entusiasmo con mi gran amigo Leonardo Aranguibel, que vive en Miami y quien, al igual que yo, anda todo el día escudriñando las noticias importantes, estén dónde estén. Hace poco estuve con Leonardo en Miami, y mientras cocinábamos y nos divertíamos no dejamos un segundo de cazar noticias, sobre todo las referentes a los conflictos en los países árabes y africanos.

Hacía mucho tiempo que no ocurría algo tan importante como la muerte de ese personaje mítico y misterioso en el que se había convertido Osama bin Laden, responsable de la muerte de miles y miles de inocentes y de desgracias en el mundo. Su “obra de arte” de la maldad, fue, por supuesto, la destrucción de las Torres Gemelas, cúspide de un acto terrorista perfecto. La cumbre de su maldad, algo espantosamente magistral.

Parecía imposible que Osama fuese atrapado o eliminado. Todo lo relacionado con él era misterioso y fantasmagórico. Cuando pensaban que lo tenían, se desaparecía. Incluso, la obsesión de los norteamericanos por eliminarlo, era tan grande que especialmente diseñaron una bomba para lanzársela cuando se encontraba, supuestamente, escondido en una profunda cueva en Afganistán.

Arrojaron la bomba, pero ya Osama no estaba.

Por su cabeza, vivo o muerto, se ofrecía una recompensa de 25 millones de dólares. Día y noche lo buscaban con aviones, espías y satélites. Lo increíble es el final: Osama vivía en una casa inmensa en Pakistán. En una urbanización elegante, sus vecinos eran oficiales del Ejército paquistaní y quedaba cerquita de un cuartel. Allí vivía Osama bin Laden, increíblemente, con tres esposas y ocho “Osamitas”, sus hijos.

Los americanos lo precisaron y sabían incluso la hora en la que iba al baño. Se familiarizaron con sus costumbres. La prueba de que Osama estaba loco, es que ¡tenía tres esposas! Si tener una es tan difícil, llevando una vida normal, imagínense lidiar con tres cuaimas. Con razón ese hombre tenía esa arrechera contra el mundo.

Otra cosa insólita que descubrieron los norteamericanos fue que Osama gustaba comer mango de hilacha mientras veía televisión junto con su familia. Además, acompañaba el atapuce de mango con ¡Coca-Cola! Qué cosa tan horrible. ¡Mango con Coca-Cola! La situación es inimaginable: “El bueno de Osama” junto con sus tres esposas y ocho muchachos, hartándose de mango y tomando Coca-Cola mientras veían Sábado Sensacional o Don Francisco.

De pronto, afuera, se escuchan los helicópteros y entran a la casa los increíbles comandos Seals de la Marina, que en cuestión de minutos eliminan a los pocos guardaespaldas de Osama, se dirigen luego a la habitación donde se encuentra el hombre más peligroso del mundo, chorreado… pero de mango.

El final ya todos lo sabemos. Afortunadamente, no terminó con la muerte de los inocentes ni de las mujeres. Imagino que Osama no pudo defenderse porque con las manos empatucadas de mango y el hilachero en los dientes, le fue muy difícil manejar el Kalashnikov.

¿Qué pasará mañana? ¿Qué otra sorpresa nos deparará la vida? Quién sabe, pero de verdad va a ser difícil superar a Osama comiendo mango y tomando Coca-Cola.

Leonardo, si sabes algo nuevo, avísame.

Por: CLAUDIO NAZOA
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