Una mirada interior
Trata uno de que estas notas, estos recuerdos de cierto pasado de El Nacional, estén hilvanados de alguna forma con el presente, con la actualidad.
La de hoy evocará, con cierto retraso, lo que en la década de los setenta solía ser el ambiente y las costumbres en la Redacción y en las coberturas de Semana Santa.
Fue en 1976 cuando se organizaron los primeros grupos de guardia para trabajar todos los días laborables de los feriados de Carnaval y Semana Santa.
Antes de ese año, toda la plantilla de periodistas laboraba lunes, martes y miércoles, y el grupo de guardia de fin de semana sumaba el viernes a esa responsabilidad.
Aquella primera experiencia fue un calvario para quienes la vivieron porque un grupo de apenas seis reporteros, en información general, cargó con el peso del diario nueve días consecutivos, con sus correspondientes guardias nocturnas. Al año siguiente se corrigió el error y el grupo de trabajo inició su labor el Lunes Santo y no el fin de semana anterior.
Sin las tecnologías de hoy, particularmente sin Internet, pero con un archivo que era absolutamente útil, las mayores previsiones eran las de tener a mano las publicaciones del año anterior, especialmente por las estadísticas relativas a accidentes viales y a los sucesos en sitios de esparcimiento, tales como playas y ríos.
La ocasión era perfecta para que el grupo de guardia hiciera gala de su compañerismo, posiblemente igual que ahora, y no era extraña alguna comilona casera y en colaboración para evadir, con mucho gusto y mejor apetito, el cierre de los comederos vecinos al periódico.
Durante todos los días de la Semana Mayor el diario publicaba trabajos vinculados con la conmemoración cristiana y eran obligatorias ciertas coberturas, como la de la procesión del Santo Sepulcro de la iglesia de San Francisco, cuya fotografía solía cerrar la primera plana de la edición del Sábado de Gloría.
Como hecho curioso y destacable, no puede uno olvidar que los trabajos periodísticos estelares de la conmemoración eran escritos, y así fue durante muchos años, no por un reportero practicante de la fe católica, que los había en el periódico, sino por un ateo confeso: el irrepetible Arístides Bastidas.
Aquellos reportajes de Bastidas son todavía hoy una muestra de enjundia investigativa, orientada por su enorme nariz periodística y por el compromiso con los lectores.
Había en ellos novedad, análisis y muy particularmente esa esencia divulgativa que allanaba las complicaciones propias de la ciencia, porque el matiz científico estaba siempre presente en aquellas líneas, muy correctamente escritas, por cierto.
El Martes Santo de 1979, Bastidas escribió sobre la presencia y el significado de la mujer en el pasaje terrenal de Jesús.
Apoyado en autores como Giovanni Papini y José Pirrone ofrece una interesante versión de por qué no hubo mujeres entre los apóstoles y deja en claro que aquellas féminas no tenían autonomía alguna porque dependían o del padre, o del esposo o del hijo.
Por: R. N. G.
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