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EDUARDO MAYOBRE: Guardia genocida

“Infiltrando ideas en los
niños y analfabetos…”

 

Hace años, creo que en 1980, un alto funcionario de la Cancillería venezolana me mostró el silabario que había preparado el Gobierno cubano para la recién triunfante revolución sandinista.

Se trataba de una cooperación técnica para ayudar a erradicar el analfabetismo, tanto entre los escolares como en la población adulta. El texto se utilizaría para enseñar a leer, pero era además un panfleto ideológico mediante el cual se intentaba infiltrar ideas en niños y analfabetos. La página que más me impresionó fue la dedicada a la letra “g”, la cual se introducía con la frase “guardia genocida” y estaba ilustrada con el dibujo de un soldado apuntando a un desamparado campesino. En mi infancia, me habían enseñado la misma letra con la frase “el gato gatea”. En medio de mi sorpresa me imaginé a los niños preguntando a sus padres, probablemente también analfabetos, qué diablos significaba “genocida”. Pero, además de la risa que me provocó el rebuscamiento, no dejé de pensar en la manipulación que se reflejaba en tamaña cursilería.

Mediante la frase “guardia genocida” se estaba llevando el mensaje a los niños y a los campesinos de que toda guardia es genocida, asesina del pueblo, así como mediante la frase “el gato gatea” se me había enseñado que todo gato actúa como tal. Como quien dice, la moraleja estaba implícita. Lo que quizás pueda ser comprensible en el caso de movimientos guerrilleros que habían luchado contra las dictaduras militares que asolaron América Latina durante el siglo XX, como los de Nicaragua y Cuba. Aunque sonara un poco anacrónica en el de Cuba, cuya revolución ya tenía más de veinte años en el poder y había establecido su propia “guardia”, con otro nombre, para asegurar la estabilidad del régimen.

En donde sí está totalmente fuera de lugar el mensaje de que toda guardia es asesina de su pueblo es en un régimen, como el que tenemos actualmente en Venezuela, que basa su poder y su estabilidad en las fuerzas armadas nacionales, las cuales mantienen la continuidad de las instituciones castrenses que se tuvieron durante el siglo XX. La Guardia Nacional y otras ramas del estamento militar (incluidas recientemente las milicias) han sido las encargadas de asegurar la estabilidad del régimen, aunque ahora lo hagan mediante la represión de las protestas de trabajadores, estudiantes y civiles. Si por definición son genocidas, se justificaría una rebelión general del pueblo, como las que suceden actualmente en África del norte.

Ese enfoque debería preocupar a los militares profesionales que siguen la carrera de las armas con la convicción de que su misión es defender la soberanía nacional y asegurar el buen funcionamiento de las instituciones.

Porque considerarlos genocidas los desprestigia ante los ojos del pueblo. Y crea la contradicción de que un gobierno que se considera a sí mismo popular se sustente en unas fuerzas armadas diseñadas para ser asesinas de su pueblo. Esta paradoja se origina en el absurdo de intentar insuflar en las fuerzas armadas una doctrina propia de guerrilleros. Porque las guerrillas se crean necesariamente para oponerse a las fuerzas armadas regulares, mientras el ejército y las otras fuerzas se conciben para apoyar a las instituciones constituidas. De manera de que si bien en Cuba y Nicaragua no era contradictorio que una guerrilla triunfante acabara con las fuerzas armadas, en nuestro caso sí lo es que las fuerzas armadas sean enemigas de sí mismas. Y sean a la vez las genocidas del pueblo y las garantes de la Constitución.

Como el pueblo es más sabio de lo que generalmente suponen quienes aspiran a dirigirlo, esta contradicción no se le escapa. Y se corre el riesgo de que la ira popular ante los abusos de la “guardia genocida” se extienda a todas las fuerzas armadas e incluya a aquellos militares profesionales que no comulgan con la doctrina guerrillera de destrucción de las fuerzas armadas.

De manera que aquella simple ridiculez del silabario que los cubanos prepararon para los nicaragüenses no es gratuita. Aunque es verdad que la guardia nacional de Somoza podría calificarse de asesina, no es cierto que toda guardia nacional sea genocida. Y la nuestra, nacida en la apertura democrática que comenzó el general López Contreras después de la dictadura gomecista, no tiene por qué serlo. A menos que se le siga encargando ser la vanguardia de la opresión contra el pueblo. Y se le siga enseñando a promover el odio (en ella y contra ella) con consignas importadas, tales como “¡Patria, socialismo o muerte! ¡Venceremos!”, actualmente pintada en todas las instalaciones de esa y otras instituciones de la Fuerza Armada Nacional.


Por: EDUARDO MAYOBRE
emayobre@cantv.net
Política | Opinión
EL NACIONAL