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FREDDY LEPAGE: El fin de las dictaduras…

“Aquí y ahora…”

 

El siglo XXI, por los vientos que soplan, despunta como el siglo de la libertad. El siglo de la revolución digital.

Las redes sociales se han convertido en un factor desencadenante. Nadie, por más visionario que fuese, vislumbró la influencia de lo que, al principio, parecían meros instrumentos banales para compartir socialmente. Pero la cosa ha ido mucho más allá, sobre todo por el uso para comunicarse entre sí que le han dado los jóvenes.

Amén de ello, para desgracia y miseria de los autócratas o aprendices de tales, ha quedado palmariamente demostrado que el hombre, como decía Sartre, está condenado a ser libre. El germen de la libertad, en algún momento histórico, puede encontrase en estado larvado, pero cuando despierta, se contagia de forma indetenible. Es una lucha que no muere nunca. Lo que sucede en las naciones árabes es una muestra de ello ­sirve de modelo­, por lo que me atrevo a aseverar que tendrá consecuencias, todavía, impredecibles.

Cada vez más, los dictadores están destinados a ser engullidos por la espiral perversa de la represión judicial, militar y política para sostenerse. Ese es el destino manifiesto de quienes pretenden eternizarse en el poder a como dé lugar.

Tarde o temprano, terminan, paradójicamente, victimizando al pueblo, en nombre de la emancipación de ese mismo pueblo. En el fondo, todos son iguales, aunque con algunos matices que los diferencian.

Sin embargo, últimamente, los militares se han mostrado reluctantes a obedecer los mandatos ­de quien se supone su comandante en jefe­ de disparar contra la población desarmada, inerme… Aunque algunos no lo metabolicen, el Tribunal Penal Internacional y el Estatuto de Roma son espadas de Damocles que penden, permanentemente, sobre aquellos irreflexivos fanáticos violadores de los derechos humanos. Lo ocurrido con Gadafi pone de manifiesto los peligros que corren estos transgresores que, irremediablemente, tendrán que rendir cuentas de sus desmanes.

También, organismos anquilosados, mineralizados como la ONU (en el caso libio) han tomado decisiones extremas, en nombre de la democracia y protección de las poblaciones, gobernadas por déspotas megalómanos. Por cierto, para insatisfacción de Chávez, los rusos y los chinos se hicieron los musiú, y no ejercieron su derecho a veto en la reunión del Consejo de Seguridad, y Brasil se abstuvo a la hora de votar. Su inhibición facilitó la aprobación de la resolución número 1973, convertida en doctrina sobre protección de civiles cuando se presentan conflictos internos.

Lo más interesante de esto es que dicha disposición podría ser aplicada, de ahora en adelante, en cualquier país donde se presenten situaciones similares. Tampoco hay que olvidar la declaración de jefes de Estado y de Gobierno de 2005, en la cual reconocieron “la responsabilidad colectiva internacional de proteger a las poblaciones del genocidio, los crímenes de guerra y de lesa humanidad y la depuración étnica”. Y se comprometieron, además, a tomar medidas colectivas por conducto del Consejo de Seguridad. ¿Conocerán esta declaración los capitostes de la revolución bolivariana y sus incondicionales? En relación con Libia, es evidente que el petróleo hace la diferencia con respecto a otras dictaduras genocidas africanas, sobre las cuales la comunidad internacional no ha tomado medidas. Sin duda, el futuro es incierto…


Por: FREDDY LEPAGE
freddylepage@cantv.net
@freddyjlepage
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EL NACIONAL