La mosca en la oreja
Un comunicado de la Cancillería revela que, por instrucciones del Presidente, el Gobierno se prepara para apoyar a los países asiáticos, así como a los de la costa del Pacífico americano que hayan sido afectados por el evento (terremoto y tsunami) con todos los recursos materiales y logísticos que sean necesarios para las labores de rescate y reconstrucción.
Algo tan irracional que recuerda al famoso chichero de los años sesenta (despachaba entre Monjas y San Francisco, frente al banco de Pérez Dupuy), a quien se atribuye haber dicho que tenía un acuerdo con don Henrique, según el cual él no podía prestar plata ni el banquero podía vender chicha.
Semejante ejemplo de igualado (en México se tilda de “gata igualada” a la sirvienta que pretende ponerse al mismo nivel que el patrón, ver películas de Cantinflas), por descocado que parezca, no lo es tanto si lo comparamos con la pretensión del autócrata venezolano de ayudar a Japón en las tareas de rescate y reconstrucción, cuando todavía en Venezuela hay 100.000 damnificados de las últimas lluvias que esperan viviendas que nunca tendrán, a juzgar por lo no hecho en 12 años.
El igualado confía en que le sacarán las patas del barro las compañías transnacionales ¿socialistas? chinas (“si no hay leal no hay lopa”, decían los orientales cuando monopolizaban las lavanderías), rusas o bielorrusas que junto con la ¿proletaria? Odebretch han sido seleccionadas para acabar con las constructoras de la oligarquía nacional. Creó el Ministerio de Energía Eléctrica y dentro de éste la División de Energía Atómica, cuya finalidad, según el ministro Alí Rodríguez, es contribuir a materializar “los postulados de la suprema felicidad social”, lo que en el bajo oficialismo se conoce como rancho más 4×4, y puso a Rafael Ramírez a buscar los recursos donde los hubiera… aunque tuviera que jugar a “la pirámide” con el fondo de jubilación de Pdvsa que manejaba su carnal Francisco Illaramendi, actualmente preso por fraude y falsificación en Estados Unidos.
Se perdieron los reales y el autócrata, un verdadero tsunami político cuyo poder destructivo se desarrolla a cámara lenta, sin que nadie sea responsable por lo que hace, ordenó congelar un proyecto nuclear que nunca existió.
Es un psicótico merolico (vendedor callejero charlatán), igualado, metiche y fanfarrón que puede pasar doce años dedicado a la venta de un falso socialismo, hecho de residuos, sin saber en qué consiste…
Por: PEDRO LLORENS
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