Artillería de oficio
Las explosiones en la central nuclear de Fukushima, al norte de Japón, producto de un megaterremoto seguido por uno de los tsunamis más nefastos sufridos por esa población, debe servir de alerta a la población venezolana, para exigirle al presidente de la república, Hugo Chávez Frías quien dirige un gobierno caracterizado por la ineptitud, la desprofesionalización, la indolencia y la improvisación, que renuncie de una vez por todas a su fabulación megalómana de desarrollar energía nuclear en territorio venezolano. Si Japón, tercera economía del planeta y potencia tecnológica de punta, con altos estándares de seguridad se encuentra al borde de un desastre nuclear y recurre al Departamento de Desastres Nucleares de Estados Unidos para evaluar juntos la problemática relacionada con la radiactividad, es porque supone que en ese tipo de desarrollos nucleares debe coexistir una estrechísima vinculación entre las grandes potencias atómicas del mundo. Venezuela, donde primordialmente rigen los resentimientos en política internacional, se inhabilita de por sí para formar parte del reducido grupo de países que están en capacidad de administrar no sólo la energía atómica, sino la rígida protocolización para un eventual accidente. Japón es hoy uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos. Para otros países con antiamericanismo visceral, como el nuestro, los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, ordenados durante la Segunda Guerra Mundial contra el imperio nipón son banderas para mercadear el neocomunismo, mientras que en Japón comprenden la historia y sus circunstancias.
El primer ministro japonés admitió que esta es la peor catástrofe desde la Segunda Guerra Mundial y asume su papel histórico sin recriminaciones fuera de tiempo y lugar contra el difunto presidente estadounidense, Harry Truman, que en 1945 ordenó el bombardeo.
En Venezuela el caudillo bolivariano estaría reprochándole, como lo hace con Cristóbal Colón o con el general José Antonio Páez y otros próceres de siglos pasados.
Después de lo ocurrido en Fukushima, la instalación de nuevas plantas nucleares se ven comprometidas. En Suiza suspendieron las licencias para nuevas plantas; en Alemania paralizaron las centrales atómicas más antiguas; mientras el primer ministro ruso, Vladimir Putin, quien firmó con Chávez acuerdos estratégicos para vender tecnología nuclear y construir una central atómica en Venezuela, ordenó realizar un estudio sobre la seguridad del sector nuclear en Rusia. La “suprema felicidad social” anunciada en el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación (20072013) para justificar plantas nucleares es un proyecto riesgoso. Hace apenas mes y medio, los almacenes de Cavim pudieron ser el epicentro de una tragedia descomunal por falta de previsión y seguridad; en Maracay, los habitantes de los sectores afectados aún esperan por la reparación de sus casas dañadas por la onda expansiva del estallido. Si el Gobierno revolucionario no es capaz de evitar la explosión de municiones de bajo calibre, imagínense lo que pasaría en un accidente nuclear, cuando no estamos preparados ni siquiera para tres días seguidos de lluvia.
La infraestructura en el país está en el abandono y los servicios públicos al borde de un inminente colapso general.
Por si esto fuera poco, tenemos un gasto público que ahorca cualquier posibilidad de crecimiento, recuperación e incluso salvación. Mientras Hugo Chávez se mantenga al frente del Gobierno, el país se dirige irreversiblemente a su propia destrucción, sin necesidad de desarrollos nucleares, terremotos ni tsunamis.
Por: MARIANELLA SALAZAR
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