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MARTA COLOMINA: La espada camina entre dictadores y genocidas

Gadafi jura que quienes protestan están pagados
por el Imperio y que todos los medios mienten

 

La admiración de Chávez por los sátrapas del mundo se ha exacerbado a medida que se acrecienta su obsesión por seguir en el poder a costa de lo que sea. Esa fascinación viene acompañada de un proceso imitativo que se ha hecho ostensible al conocer detalles de la crisis que conduce a la inevitable caída del genocida Gadafi. Para deshonra del Libertador y vergüenza de los venezolanos, la espada de Bolívar no camina por la senda de la liberación de los pueblos, sino a favor de los tiranos que los sojuzgan. Que sólo Venezuela, Nicaragua y Fidel hayan protestado las decisiones unánimes de la ONU contra el asesino Gadafi habla de cuán lejos está Chávez de los acuerdos internacionales que está obligado a respetar. La réplica de la espada del Libertador está hoy en manos del genocida Gadafi, del saqueador Mugabe, del fraudulento presidente de Bielorrusia, a quien Chávez le envía todo el petróleo liviano que producimos casi regalado, que luego el dictador vende al alto precio del mercado internacional. No hablemos del asesino Fidel Castro a quien más que la espada de Bolívar, Chávez le está regalando Venezuela, incluidos los cien mil barriles diarios de petróleo del que no ha pagado la primera factura.

Hace días Chávez desgranaba una lista de dictadores a los que admira e imita: Velasco Alvarado (fallecido dictador peruano), Robert Mugabe ( con 31 años en el poder de Zimbabwe), Omar El Bashir, 22 años presidiendo Sudán y genocida listo para habitar las mazmorras de la Corte Penal Internacional; Alí Saleh, de Yemen, con 21 años en el poder y a quien las protestas impidieron “coronar” a su hijo, y el “pana” Lukashenko, 21 años en Bielorrusia y toda la oposición en la cárcel. Otras veces ha citado a Kim II, de Corea del Norte, ahíto de armamento nuclear, a quien sucedió en el “trono” su hijo y ahora su nieto, mientras el pueblo es pasto de la miseria .O a Teodoro Obiang, de Guinea Ecuatorial, con 32 años al mando y cuyo hijo se acaba de comprar el segundo yate más caro del mundo.

De los “panas” con prontuario sangriento, tres son los de su fanática preferencia: 1) Fidel Castro, su mentor, el más influyente y de cuya asesoría y órdenes depende; 2) Ahmadineyad, presidente de Irán, país con un fanatismo religioso y político que lo define como una nación forajida y cuya delictiva relación nos coloca al borde de sanciones internacionales, y 3) el genocida Gadafi, del que la crisis libia ha evidenciado cuán intensa es la identificación de Chávez con el “Libro Verde”, la copia al carbón de “los consejos populares” (aquí “comunas”), la supresión de los militares y sus sustitución por milicias armadas (incluidos mercenarios) y otros mecanismos para eternizarse en el poder. La “mediación” ofrecida por Chávez para buscar la “paz” en Libia no es otra cosa que un fallido salvavidas para evitar que el genocida salga del poder. Maniobra a la que se opone Obama: “Gadafi ha perdido toda legitimidad y debe irse”, secundado por otros muchos mandatarios. Los alaridos de las huestes de Chávez en contra de cualquier intervención internacional invocando el cuento de la “soberanía” mientras la carnicería de Gadafi continúa, chocan con los emitidos por el mismo Chávez para pedir la intervención de EEUU en Honduras. El excanciller australiano y copresidente de la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados, Gareth Evans recordaba esta semana que “La soberanía no es un permiso para matar”: “Ningún Estado puede abdicar del deber de proteger a su pueblo de crímenes contra la Humanidad y menos aún justificar la perpetración de semejantes crímenes por su parte” (… ) “Si Gadafi no dimite, un mayor baño de sangre parece inevitable. La necesidad de adoptar medidas colectivas, oportunas y decisivas es abrumadora”. También Chávez en Venezuela -y con él sus focas, incluida la presidenta de TSJ- sacan el latiguillo de la “soberanía” para violar los acuerdos internacionales a favor de los derechos humanos. Así han impedido la visita de la CIDH de la OEA e incumplirán la sentencia que seguramente llegará a favor de la habilitación política de Leopoldo López.

Los enormes bienes y cuentas de Gadafi -que de socialista apenas tenía los cuentos del Libro Verde para engañar al pueblo- han sido congelados. Ahora lloriquea que su “revolución le devolvió el petróleo al pueblo” y justifica la represión militar y policial (¿ se acuerdan del “gas del bueno” y de “Ahora Pdvsa es del pueblo?). El Gadafi huésped próximo de la Corte Penal de La Haya jura que quienes protestan están pagados por el Imperio y que los medios mienten: “El pueblo me ama” grita y añade amenazante: “pero será un infierno para los que no me amen”. Que traducido al criollo significa “Mi revolución es pacífica pero armada”.


MARTA COLOMINA | EL UNIVERSAL
mcolomina@gmail.com
domingo 6 de marzo de 2011