“Adoctrinamiento y opresión”
Amy Chua, escritora china, profesora de Derecho en la Universidad de Yale en EE UU, escribió el libro (El himno de batalla de las mamás tigre).
Lo compré y lo leí detenidamente y me inspiró a escribir este artículo. En él la autora revela los métodos educativos en su país. La diferencia entre la educación de los hijos en China, cultura oriental, y EE UU, cultura occidental, es abismal.
Las metas son iguales para alcanzarlas a través de métodos diferentes, pero ambos desean lo mejor para sus hijos. Esta disimilitud obedece a percepciones diferentes: los padres chinos centran el amor por sus hijos en su fuerza y potencial. Las madres chinas basan el éxito de su crianza en el desempeño académico de sus hijos; la excelencia se logra con una disciplina estricta en la que son permitidos la humillación, los insultos y términos despectivos y crueles como estrategias de motivación: “marrana, basura, perezosa, cobarde, me avergüenzas, “Es explícita la prohibición de ir a otras casas, invitar amiguitos a jugar; no pueden quejarse por no tener libre elección.
Los padres chinos no les permiten a sus hijos o hijas adolescentes tener novios, ir a campos de verano, participar en obras de teatro, ni en entrenamientos deportivos que demanden prácticas luego del colegio. Los horarios de estudio en casa son extensos. Las actividades extracurriculares las escogen los padres.
No les preocupan los sentimientos de ellos, pues los hijos deben saberlos superar. No hay espacio para el error y la mediocridad. Deben ser número uno en todas las materias. El bajo rendimiento académico es responsabilidad del estudiante y de los padres, por falta de esfuerzo o insuficientes horas de estudio, no de las instituciones.
Esperan como pago la obediencia. Diseñan la vida de sus hijos sin tener en cuenta sus deseos y opiniones. “Por eso, la solución para un desempeño pobre es más trabajo y criticarlos severamente, castigarlos, ridiculizarlos y avergonzarlos” Amy Chua señala que la cultura occidental enfoca la educación en la fragilidad de la persona en formación. Que los padres son poco exigentes, permisivos y conformistas, laxos en la disciplina. Las malas notas del estudiante se las endilgan al currículo, los profesores o el colegio.
Cuestiona que los padres occidentales viven obsesionados con la autoestima de sus hijos y se cuidan de no hacer ni decir cosas que podrían impactarlos negativamente y traumatizarlos; que enfatizan en los intereses y gustos de cada hijo y en apoyarlos en sus decisiones para fortalecer sus talentos y aptitudes. Creo que logran la excelencia académica, pero pagan un alto precio emociona, porque en muchas ocasiones, los niños cuando crecen y llegan a la adolescencia se rebelan contra sus padres…
Esto para no hablar de casos más graves, como fracasos, resentimiento, drogadicción, embarazo adolescente y suicidio. Nuestro método no es para humillar, sino para ayudar al niño a ser lo mejor. Con nuestra actitud le estamos diciendo que creemos en él y que como padres no lo vamos a dejar claudicar. Yo creo que ese es un mensaje positivo” Las culturas en general poseen muchos aspectos positivos, pero también arrastran lastres y equivocaciones de generaciones anteriores, que por los malos resultados y experiencias deplorables deberíamos corregir.
El sentido común nos enseña a conservar lo que sirve y a reformar y reedificar sobre lo que no funciona. Usted, amigo lector, tómese la libertad de clasificar con honestidad lo que nos falta y lo que nos sobra en nuestra sociedad, en la que no todo es bueno pero tampoco es malo.”La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés”. Antonio Machado, poeta y prosista español.
Por: Zenair Brito Caballero
@zenairbrito
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