“Siéntese diputado, siéntese diputado, siéntese”
Son las palabras más frecuentes con que el nuevo presidente de la Asamblea Nacional, Fernando Soto Rojas, suele reconvenir a los diputados de la alternativa democrática. Los ciudadanos, desde nuestra casa, víctimas de la dictadura mediática del autonombrado Sistema Nacional de Medios Públicos, no podemos apreciar quién es el diputado que no parece atender el reclamo imperativo del presidente de la AN.
El Parlamento, foro político por excelencia, donde se acude, esencialmente, para hablar, bajo la directiva del oficialismo ha condenado a la bancada democrática a la invisibilidad. En virtud de la arbitraria decisión de la cúpula legislativa que impide a los medios independientes la cobertura de las sesiones plenarias, los ciudadanos estamos obligados a presenciarlas bajo los ojos bizcos del canal oficial de la Asamblea Nacional, que nos impone la representación legislativa como si estuviéramos en un teatro.
Cuando asistimos a una representación dramática en una sala, “el contrato” de la convención escénica entre público y actor nos permite imaginar y dar “materialidad” a realidades que no están presentes en el espacio escénico.
Si la acción transcurre en la sala de un hogar, cuando el actor sale por uno de los laterales o el fondo, para anunciarnos que se dirige algunas de las habitaciones, aceptamos que del lado de los telones negros se desarrolla la otra vida que nos indica la ficción. De la misma naturaleza es la relación que ocurre ahora con la presencia-invisibilidad de los diputados demócratas en las deliberaciones de la AN, que solamente existen bajo el criterio discrecional de quien dirige las cámaras de ANTV, que suele privilegiar una óptica negativa, crítica o de descrédito. Y esta situación es inaceptable, por violatoria de las garantías constitucionales a la libertad de expresión, al derecho a la información y el libre acceso a las fuentes de información.
La reciente comparecencia de altos funcionarios del Ejecutivo, por obligación constitucional y no por concesión graciosa del teniente coronel Chávez, puso nuevamente en evidencia lo pernicioso de esta práctica de exclusión que opera en la AN. Reseña la prensa que VTV y ANTV realizaron entrevistas dentro y fuera del hemiciclo, de minuto y medio con la oposición y de cuatro minutos con el oficialismo, mientras que fuera, los periodistas de los medios no gubernamentales estaban sometidos a seguir las incidencias del debate parlamentario a través de un monitor. Con motivo de la pasada trifulca en el interior del hemiciclo, al fotógrafo oficial le obligaron a borrar las fotos que registraban el hecho, además de amenazarlo que de publicarse alguna evidencia fotográfica de lo ocurrido sería su responsabilidad.
Todo esto me lleva a una novedosa analogía con las formas perversas del socialismo real en su empeño de reescribir la historia, interviniendo documentos, en particular fotografías. En el excelente blog del fotógrafo venezolano Vasco Szinetar encuentro un valioso fragmento de la novela La risa y el olvido del escritor checo Milan Kundera relacionado con las perversiones del totalitarismo comunista que considero de interés relacionar con estas restricciones indebidas e inaceptables al acceso libre a los medios de comunicación en la AN.
“En febrero de 1948, el líder comunista Klement Gottwald salió al balcón de un palacio barroco de Praga para dirigirse a los cientos de miles de personas que llenaban la plaza de la Ciudad Vieja. Aquel fue un momento crucial de la historia de Bohemia. Uno de esos instantes decisivos que ocurren una o dos veces por milenio.
Gottwald estaba rodeado por sus camaradas y justo a su lado estaba Clementis. La nieve revoloteaba hacía frío y Gottwald tenía la cabeza descubierta. Clementis, siempre tan atento, se quitó su gorro de pieles y se lo colocó en la cabeza a Gottwald. El departamento de propaganda difundió en cientos de miles de ejemplares la fotografía del balcón desde el que Gottwald, con el gorro en la cabeza y los camaradas a su lado, hablaba a la nación. En ese balcón comenzó la historia de la Bohemia comunista. Hasta el último niño conocía aquella fotografía que aparecía en los carteles de propaganda, en los manuales escolares y en los museos. Cuatro años más tarde a Clementis lo acusaron de traición y lo colgaron. El departamento de propagando lo borró inmediatamente de la historia y, por supuesto, de todas las fotografías. Desde entonces Gottwald está solo en el balcón. En el sitio en el que estaba Clementis aparece sólo la pared vacía del palacio. Lo único que quedó de Clementis fue el gorro en la cabeza de Gottwald”.
Por: ÓSCAR LUCIEN
olucien@el-nacional.com
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